Una escena novelesca, una
fortaleza que emerge, fantasmal, entre el niebla. El terrible dragón
guarda la puerta y la bella princesa espera cautiva en el torreón.
Los huesos de los desafortunados caballeros que han intentado
acometer la hazaña, yacen insepultos en el patio de armas. De esta
manera se materializó ante nosotros el castillo de Cuéllar.
Aunque rastreando sus orígenes
llegamos al siglo XII, la mayor parte de lo que hoy contemplamos
corresponde a los siglos bajomedievales (XIV – XV). Beltrán de la
Cueva, primer duque de Alburqueque, y sus sucesores realizaron las
obras de este castillo que combina con buen gusto los elementos de
una fortaleza y los de un palacio renacentista.
Los fantasmas de los que
habitaron aquí se acercan a los visitantes para contarlas historias
de amor, guerra, tortura y traición.
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