Subes las escaleras,
atraviesas la torre puerta de guardia que controla la entrada a la
ciudad, dejas atrás el vertiginoso mundo moderno de estrés, ruido y
automóviles, y caminas tranquilamente hacia el corazón medieval de
Sibiu. En la Piata Mare (nuestra Plaza Mayor) rodeado por docenas de
ojos que se abren en los tejados de las casas, tenemos la sensación
(cierta) de ser observados por el vigilante supremo que está situado
más allá del espacio y del tiempo.
A orillas del río
Cibia, un afluente del Olt, rodeada por las montañas de Fagaras,
Sibiu, un destacado centro económico y cultural de Transilvania, ha
sabido conservar su arquitectura (e impronta) medieval, con un
bellísimo (y agradable) centro histórico, convertido en una amplia
zona peatonal, ideal para pasear durante una tranquila mañana de
domingo.
Como otras ciudades
transilvanas, Sibiu tiene tres nombres; el rumano, el alemán –
Hermannstadt – por los colonos sajones que se instalaron aquí en
la Edad Media, y el húngaro – Nagyszeben – pues hasta hace cien
años era un territorio dependiente de Hungría (Imperio
Austro-húngaro).
La ciudad está dividida
(u organizada) en dos partes claramente diferenciadas; la ciudad alta
(Jos), encajada en el tercer cinturón defensivo, en una colina de
431 metros de altura, y la ciudad baja (sos), unida a la colina por
medio de barrios y escaleras varias. Las torres, omnipresentes,
conforman la personalidad misma de Sibiu, un laberinto de calles
escalonadas, flanqueadas por vetustas casas de madera. Históricamente
la vida de Sibiu se articula en torno a tres plazas, y juntas
conforman el corazón de la Ciudad Alta. Una bien conservada
estructura de torres, barbacanas y murallas protegen ese corazón
palpitante de vida. Una serie de pasadizos y callejuelas comunican,
como si fueran venas y arterias, estas plazas, dotando de gran
armonía a todo el conjunto urbano. Dispersas en diferentes puntos de
la localidad encontramos iglesias de diferentes épocas y
confesiones: católica, protestante y ortodoxa.
Los arqueólogos, esos
esforzados detectives del pasado, han descubierto que los primeros
asentamientos humanos se remontan al Paleolítico. Aquí mismo,
varios milenios más tarde, los romanos construyeron un castro o
fuerte – Cibinium – y ya a comienzos del siglo XII, pasada ya la
turbulenta época de las Segundas Invasiones, se instalaron los
sajones (alemanes) procedentes de Renania-Moselle, que acudieron al
llamamiento del rey húngaro Geza II (Transilvania formaba parte de
la Corona húngara) y el pequeño burgo comenzó a ser conocido por
su nombre germano: Hermannstadt. En 1224 otro rey, Andrés II,
concedió nuevos privilegios a la ciudad.
Estos burgueses sajones
fueron los verdaderos fundadores de la ciudad, cuya primera mención
documentada data de 1191 bajo el nombre de Cibinium, transformando el
viejo fuerte romano, que llevaba demasiado tiempo abandonado, en un
próspero burgo medieval. Sibiu formó parte de las ciudades sajonas
de Transilvania – Siebenburgën – y sede de la asamblea germana
transilvana. En 1241 la población de Sibiu sufrió las consecuencias
de la invasión mongola, que arrasaba Europa a sangre y fuego. Aquí
se abrió el primer hospital de Rumanía (1292), la primera farmacia
(1494) y fue cuna de Samuel von Hahnemann, padre de la homeopatía.
A partir del siglo XIV,
el renacimiento urbano era mucho más que una tendencia, comenzó el
desarrollo comercial de la mano de eficientes gremios y asociaciones
de artesanos (al igual que en otras partes de la Rumanía). En la
centuria siguiente las murallas y los edificios de Sibiu sufrieron en
varias ocasiones el asedio otomano, algo demasiado frecuente para las
ciudades de estas regiones.
En la Edad Moderna Sibiu
padeció los avatares de su tiempo, en especial los relacionados con
las disputas internas del Reino de Hungría. Durante la guerra por la
corona húngara (1529 – 1536) los partidarios de Jan Zapolya
pusieron sitio a la ciudad que fue capaz de resistir siete largos
meses de asedio. En 1610 el príncipe transilvano Gabriel Bathory
entró en Sibiu y la saqueo. Más tarde (1699) cuando Transilvania
pasó a depender de Austria, Sibiu se convirtió en capital, y tras
finalizar la Primera Guerra Mundial, Sibiu, como el resto de
Transilvania, quedó bajo la soberanía de Rumanía. La orgullosa
Sibiu participó activamente en los movimientos revolucionarios de
1989 con los que se abría una nueva etapa en la turbulenta historia
rumana.
La belleza de Sibiu,
ordenada y luminosa, con sus fachadas color pastel, rompe el manido
tópico (irreal) de una Transilvania patria de vampiros y
terroríficas leyendas, ofreciendo sin embargo al visitante, una
agradable lugar para pasear plácidamente y descansar bajo el sol
sentado en cualquiera de sus plazas. Los ojos de Sibiu, auténtica
seña de identidad, son simples ventanas abiertas en los coloridos
tejados de las viejas casas, cuya forma recuerdan a los órganos
oculares humanos. Desde la calle uno tiene la sensación cierta que
lo están mirando.