Como los primeros libros
del Antiguo Testamento, imitando las profusas genealogías de
Tolkien, al estilo de las bellísimas sagas nórdicas. Simón Kezai y
Anonymus redactaron sus crónicas, en la Képes Krónica aparecen
bellamente ilustradas estas historias, bardos, escaldos y aedos
cantaron sus hazañas. He aquí la estirpe de la casa de Arpad, los
grandes reyes de Hungría. Nunca hubo una casa real que defendiese su
patria con tanto ardor, ninguna familia aportó tantos santos y
santas a la Iglesia Católica.
Enfadado con la
creación, Dios destruyó el mundo de los hombres, pero salvó la
vida de Noé, un hombre de corazón puro, y a su familia. Noe tuvo
tres hijos, Sem, Cam y Jafet. La descendencia de la tripulación del
arca repobló el mundo. Jafet tuvo a Gómer, Madai, Javán, Mesec,
Tirás, Tubal y Magog. Cincuenta y ocho años después del Diluvio
Universal, Enetöl, amada esposa de Magog, dio a luz dos gemelos
sanos, Hunor y Magor.
Los ingenuos hermanos
Hunor y Magor, portadores de una pureza infantil, educados, como el
inocente Perceval, según la ley natural, y criados en lo más
profundo del bosque alejados de toda corrupción, persiguieron y
dieron caza a la Gran Cierva Primigenia. Luego separaron sus caminos
y se convirtieron, respectivamente, en los padres de dos poderosas
estirpes; los hunos y los magiares. Un descendiente de Hunor, el más
famoso de todos, llamado Atila y conocido como Azote de Dios,
construyó un efímero imperio nómada que desapareció tras su
muerte. Nunca se ha hallado su tumba.
Algunos siglos más
tarde (no muchos) cuando la Edad Oscura había caído sobre Europa, y
el Imperio Romano no era más que un borroso recuerdo, el Ave Turul
fecundó, durante un agitado sueño, a la grácil Emese, esposa de
Ügyeko. Y Emese alumbró a Almos. La mítica ave auguró grandes
éxitos al linaje que había nacido con Almos. Almos fue padre de
Arapd, el invencible.
Siete jefes magiares,
caudillos guerreros y magníficos jinetes, Elod, Ond, Kond, Tas,
Töhötöm, Huba y el propio Arpad, líderes de otras tantas tribus,
atravesaron al galope el impresionante arco carpático, llegaron a la
Gran Llanura - el Alföld – bañada por el río más emblemático
de Europa, el Danubio, siguiendo la estela que el Ave Turul dejaba en
el cielo, e iniciaron la conquista de la patria – Honfoglalás.
Celebraron un ritual, vertieron sangre en un cáliz dorado y todos
bebieron de él, formalizaron un juramento y sacrificaron al príncipe
Almos; todos los reyes debían portar la sangre sagrada del Turul.
El gran caudillo
guerrero Arpad, conquistador de tierras y de hombres, borró del mapa
la Gran Moravia, tuvo varios hijos, entre ellos otro valeroso
guerrero, Juctosa, pero sobrevivió únicamente uno, Zolta. Juctosa,
el mayor, engrendró a Falicsi, y Zoltán a Taksony. Falicsi perdió
el liderazgo y la vida en la batalla de Lechfeld, combatiendo a
Enrique I “el Pajarero” y fue sustituido al mando de los magiares
por su primo Taksony. Taksony tuvo dos hijos, Mihaly y Geza. Mihaly
fue el padre de Vazul. Töhötöm, fiel compañero de correrías de
Arpad, fue padre de Horka. Horka engendró al voivoda de Transilvania
Gyula, y Gyula tuvo una hija, Sarolta, que se convertiría en madre
de Hungría.
Sarolta se casó con
Geza, se unieron dos estirpes y el fruto de este matrimonio fue
Esteban. Esteban eliminó a todos sus rivales, unificó todas las
tribus, se bautizó y fue coronado primer rey de Hungría. Pocos años
después de su muerte fue elevado a los altares de la santidad. A
partir de este momento se establece el ritual de coronación y las
piezas fundamentales que le dan forma y la hacen legítima: la Santa
Corona, el arzobispo de Esztergom y la sede de Szekesfehervar. Las
reinas consortes quedaron vinculadas a la diócesis de Vezprem.
Esteban casó con una
germana, Gisella de Baviera y tuvieron un hijo, Emeric, que murió
joven y no llegó a reinar. El primo de Esteban, Vazul, que no pudo
reinar, tuvo dos hijos que si lo hicieron, Andrés I y Bela I. La
discordia enraizó entre ellos al igual que sucedió entre Caín y
Abel (o Rómulo y Remo). Las hermanas de Esteban sentaron a dos reyes
en el trono; Pedro Orseolo, medio veneciano e hijo de una de ellas, y
Aba Samuel, medio cumano y esposo de la otra. Ambos indignos por no
representar a la noble raza magiar.
Andrés I fue padre de
un rey, Salomón, que pasó sus últimos días viviendo como eremita
en una cueva, y Bela I de dos, Geza I y Ladislao I, que además de
rey fue Santo y Caballero. Ladislao prefirió el celibato y no tuvo
hijos, pero Geza I tuvo dos, y se convirtió (a partir de este
momento) en el ancestro único de todos los reyes hasta Ladislao IV,
conocido como “el Cumano”. Los dos hijos de Geza fueron Almos y
Colomán, que se llevaban mucho peor que Caín y Abel, el segundo
mandó cegar al primero, incapacitándolo para el gobierno y
coronándose rey. Uno ha pasado a la historia como el Ciego y el otro
como el Bibliófilo, por su amor a los libros y el afán por
patrocinar la cultura. El hijo de Colomán reinó como Esteban II y
el de Almós como Bela II (también cegado por su malévolo tío
Colomán). Tres reyes engendró este Bela, Geza II, Ladislao II y
Esteban IV, los dos últimos enfrentados al primogénito. Geza II
transmitió la sangre arpádica a sus hijos Esteban III y Bela III,
que tuvo dos hijos, Emerico, que fue rey y padre de Ladislao III, y
Andrés II el Hierosolimitano, cruzado y figura del parlamentarismo
en Europa Central. Andrés II tuvo un digno heredero en Bela IV que
se las tuvo tiesas con los mongoles, una hija elevada a la santidad,
Santa Isabel, y un hijo póstumo fruto de su tercer matrimonio,
también llamado Esteban. Bela IV engrendró a otra santa, Santa
Margarita y a otro rey, Esteban V. Esteban V fue padre de Ladislao IV
el Cumano no por sangre sino por preferencias, que fue sucedido por
Andrés III, hijo de Esteban el Póstumo. En 1301 moría sin heredero
Andrés III y con él la legendaria estirpe de Arpad. Una nueva era
comenzaba en el Reino de Hungría.