Las noches de plenilunio, entre
los árboles del bosque de Windosor, acecha la sombra errante y
fantasmal de Herne el Cazador. Un siniestro ser cornudo, que arrastra
cadenas, monta un negro corcel y atormenta a los ganados.
Según la leyenda Herne era el
montero mayor del rey inglés Ricardo II. Durante una partida de
caza, el valiente cazador salvó la vida de su señor, pero a cambio
quedó malherido, al borde de la muerte. Una vieja hechicera del
lugar logró curar sus heridas y salvar su vida, pero a cambio tuvo
que prometer no volver a cazar jamás. Desde ese lejano día es
posible encontrarse con la sombra de Herne vagando solitaria por los
bosques de Windsor.
El dramaturgo universal William
Shakespeare recoge la leyenda en su obra “Las alegres comadres de
Windsor”: “Hay una antigua conseja que refiere que Herne el
cazador, que fue antaño guardabosques de Windsor, vuelve en invierno
a la hora de la media noche y con la frente coronada de astas de
ciervo se pasea alrededor de una encina, y allí deseca los árboles
y ataca al ganado, y hace que la vaca vierta, en vez de leche,
sangre, y sacude una cadena del modo más terrible y espantoso.
Habéis oído hablar de ese espíritu y sabéis que los antiguos, en
su credulidad supersticiosa, recibieron como una verdad, y la
transmitieron a nuestros días, la leyenda de Herne el cazador”.
Aunque la mención de
Shakespeare es la más antigua, no falta quién pretende establecer
conexiones entre esta leyenda y antiguos cultos forestales y
deidades paganas – como el céltico Cernunnos - cuyo origen se
perdería en la noche de los tiempos.