. . . el ser humano ha escrito en papel, papiro, cerámicas, monedas, lápidas, estelas, estatuas, placas conmemorativas, caparazones de tortuga, paredes, pergaminos, bancos en el parque, sillares de piedra, pupitres del colegio, pizarras, ventanas con vaho, carpetas, paradas de autobús, puertas de los baños públicos, almanaques, notas de amor, la propia piel, vigas de madera, muros de la celda , en algunos momentos de la historia (y de nuestra vida) escribir fue un auténtico acto de rebeldía ,cualquier soporte era válido para dar rienda suelta a los pensamientos y la creatividad, a los sentimientos y la fantasía. La escritura nos permite preservar nuestra memoria individual y colectiva. En los últimos tiempos, ciertas corrientes de práctica y pensamiento pretenden evitar que niños y niños aprendan a escribir, y si lo hacen, sea únicamente en un teclado. Un teclado conectado a una gigantesca red, fácil de controlar y fácil de condenar al olvido. Las generaciones más jóvenes desprecian cada vez más el libro tradicional y la escritura a mano. Animados, por supuesto, por muchos adultos que también lo hacen. Sin la posibilidad de escribir a mano, de transmitir a otros nuestras ideas y nuestros sentimientos, la revolución no es posible, y la libertad únicamente una triste utopía. . .