La sede del antiguo palacio del
Kaiser es una pequeña ciudad de la Baja Sajonia, donde en cada
rincón te asalta un detalle. Mundo alemán, tan diferente (en
apariencia) al nuestro, en que cada ciudad muestra toda la belleza
que es capaz de producir este laborioso pueblo, escudos gremiales,
tejados bien cuidados, marcos dorados, cenefas en edificios públicos,
hoteles, restaurantes y viviendas, forman un todo armónico.
Sobre un núcleo urbano medieval,
se van superponiendo edificios románicos, góticos, renacentistas y
barrocos. En medio de la plaza del mercado se levanta un gallo dorado
¿algún símbolo de la ciudad? sobre una pequeña fuente. Y todo
regado con abundante cerveza: oscura, tostada, rubia, negra y con
mucha espuma.
Enrique I el Pajarero fundó la
ciudad atraído por la riqueza minera de la región, explotada desde
el siglo X hasta el año 1988. El emperador Enrique II el Santo,
decidió construir el palacio, que fue ampliado sucesivamente por
Conrado II y Enrique III el Negro.
Iglesia del Mercado, construida en el siglo XII, presenta fachada tipo Westwerk.
Goslar fue durante unos siglos la
corte regia del emperador, que se protegía aquí de los problemas
continuo que preocupaban a las diferentes regiones imperiales. Con el
cambio de dinastía los emperadores abandonaron Goslar, la dieta
imperial dejó de reunirse aquí y el edificio tristemente fue
quedando en ruinas.
Durante el revival del siglo XIX
el palacio fue restaurado (o reconstruido) y fue utilizado por el
recién proclamado emperador de la Alemania unificada Guillermo I.
Un unicornio ¿escudo gremial?.
Cultura al alcance de la mano.
Paseando por Goslar compruebo que
se me agotan las ideas para describir esta ciudad, me quedo sin
adjetivos. Vi el palacio en fotografías que busqué en Internet, y
ese fue el motivo de decidir visitar la ciudad, pero la belleza de
los edificios supera con creces las espectativas; hay que venir.