Pedro I fue un rey
portugués de la dinastía de Borgoña, famoso en la Historia por sus
amores con Inés de Castro.
Hijo de Alfonso IV y
Beatriz de Castilla, los avatares políticos y la diplomacia
obligaron a Pedro a casarse con la infante Constanza Manuel de
Castilla, hija del Infante don Juan Manuel, con la que tuvo tres
hijos. No obstante, el corazón de Pedro tendría otra dueña.
El amor y los asuntos de
estado rara vez casan bien, Pedro, heredero de la corona portuguesa,
se enemoró de quién no debía, una cortesana llamada Inés de
Castro. Dudo yo que fuese amor auténtico, porque si lo hubiesee
sido, el infante habría renunciado al poder y se hubiese apartado de
la corte y retirado a algún apartado rincón del reino para
disfrutar de la vida junto a Inés (Eduardo VIII renunció al trono
de Inglaterra para casarse con Wallis Simpson, ejemplos hay). El caso
es que Pedro no quiso renunciar ni a la corona, ni a Inés, y como el
que mucho abarca poco aprieta, aconteció la tragedia.
Cuando quedo viudo,
Pedro se casó en secreto con Inés, algo que enfureció a su padre y
a buena parte de la corte, que veía en la cortesana gallega, una
quintacolumna castellana en el corazón del reino portugués. Débil,
envejecido y quizá senil, el rey Alfonso ordenó el asesinato de
Inés, un acto que a punto estuvo de sumir el reino en una guerra
civil.
Pedro se levantó en
armas contra Alfonso, aunque la sangre no llegó al río, por
fidelidad paterna el agraviado pareció olvidar la afrenta. Al menos
hasta la muerte de su padre.
Murió Alfonso, Pedro se
convirtió en rey. Desenterró el cadáver de Inés, la presentó con
las mejores galas, y obligó a la nobleza del reino a jurarle
lealtad, rendir pleitesia y reconocerla como auténtica reina.
Inmediatamente inició su venganza personal. Los culpables fueron
detenidos, torturados y asesinados. Esta vendetta le valió a Pedro
dos pseudónimos, "el Cruel" y "el Justiciero".
Juzgue cada uno cual es más acertado.
En el aspecto político
su reinado tuvo poca importancia y nunca pudo ganarse el aprecio de
su pueblo. Además tuvo serios enfrentamientos con la nobleza y con
el clero, ya que intentó recortar sus derechos y eliminar la
influencia pontificia en la Corona portuguesa. Dos de sus hijos, un
legítimo Fernando, y otro bastardo, Joao, también fueron reyes de
Portugal.