Los aguerridos hombres
del Norte, moradores de los confines de Europa, quedaban prendados de
las sofisticadas damas de las cortes europeas. Tal fue el caso del
rey sueco Magnus Eriksson, que se enamoró de Blanca de Namur, mujer
hermosa e inteligente, una descendiente de Luis VIII de Francia.
Contrajeron matrimonio en 1335 y al año siguiente Blanca fue
coronada reina de Suecia y de Noruega.
Instalada en la corte
sueca Blanca entabló una profunda relación con la religiosa Santa
Brígida a la que convirtió en su consejera espiritual. Blanca, al
igual que su marido, nunca gozó del amor y la aceptación de sus
súbditos, siendo acusada de adulterio y de ser resposanble de la
muerte de su hijo Erik. Otro de sus hijos Haakon fue rey de Noruega y
de Suecia. Blanca murió (posiblemente envenenada) en Dinamarca
cuando acompañó a Haakon a celebrar su matrimonio con la princesa
Margarita.
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