Filólogo y
teólogo en la Castilla de Juan II, del que fue consejero. Estudió
con los franciscanos y se doctoró en Salamanca, prodigio intelectual
de tu tiempo, sabio y prolífico escritor, poseía una memoria
portentosa y nunca olvidaba lo que leía. Los que lo conocieron
decían de él que era capaz de recitar pasajes enteros de la Biblia.
Abad en
Valladolid y obispo en Ávila, dominaba magistralmente el latín
(lengua culta por designación divina), además del griego y del
hebreo, y si hacemos caso de lo que se comenta en su epitafio,
escribió más pliegos que el mismísimo Lope de Vega, Fénix de
los Ingenios.
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