En la Edad Media el destino de una persona venía frecuentemente marcado por su nacimiento. Si eras el primogénito de una poderosa familia, heredarías títulos, tierras y te dedicarías a la guerra. Si eras el segundogénito de esta familia harías carrera eclesiástica, como le sucedió a Bruno I de Colonia.
Bruno era hijo de Enrique el Pajarero y hermano, por tanto, del emperador Otón I. Gracias el interés y al amor fraternal, Bruno fue arzobispo de Colonia y duque de Lotaringia. Para el gobierno de su ducado, lo dividió en dos, Alta y Baja Lotaringia, y para marcar su posición de superioridad se autointituló archiduque. La Alta Lotaringia acabaría evolucionando hacia el Ducado de Lorena, mientras que los territorios de la Baja Lotaringia fueron la base de los Países Bajos después de la fragmentación en diferentes entidades. A su muerte Bruno I fue enterrado en San Pantaleón en Colonia, una iglesia fundada por él mismo.
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