Los verracos de granito
que aparecen en Extremadura, al igual que en otras regiones meseteñas
al sur del Duero, desempeñan el papel de iconos imperecederos de una
actividad milenaria: la ganadería. El mundo moderno y globalizado
nos ha vuelto amnésicos, y hemos olvidado nuestro pasado. Un tiempo
en que luchábamos codo con codo con la tierra para conseguir nuestro
sustento diario.
Enormes rebaños
recorriendo las cañadas extremeñas, millares de pezuñas levantan una gigantesca nube de polvo y arena, conducidos por esforzados
pastores hijos de una estirpe de rudos caminantes, como los
describiera Antonio Machado allá por el '98.
Históricamente la
ganadería es una actividad económica que se adapta, más bien que
mal, a la situación de inestabilidad y constante amenaza en la que
se vivía en los territorios de frontera entre moros y cristianos
durante la Edad Media (tan lejana como desconocida).
Los ganaderos de las
mestas fueron secularmente sustituyendo a los primitivos pastores
vettones (artífices de los toscos verracos de piedra) y aunque los
tiempos fueron auspiciando algunos cambios, en esencia la dureza de
la vida pastorial apenas había sufrido modificaciones: el sol, el
frío, el polvo y la ventisca continuaban siendo los inseparables
compañeros de fatiga.
Las órdenes militares
asentadas en la región extremeña, el Temple, los santiaguistas que
nacen al amparo de la defensa de la ciudad de Badajoz y la autóctona
Orden de Alcántara, basaban parte de su riqueza económica en las
cabañas ganaderas. Precisamente entre las posesiones físicas de las
encomiendas templarias estudiadas ocupan un lugar destacado las
dehesas destinadas (prácticamente) en su totalidad al albergue de
ganados trashumantes. Para que esta actividad resulte posible y
rentable era necesario defender los pastos y vigilar los caminos
(cañadas y cordeles) y de ello se encagarían los freires y la
milicia templaria. Si hacemos caso de las noticias sobre el elevado
tránsito de ganado por estas tierras y el conocimiento de las rentas
recibidas, es posible afirmar que la ganadería trashumante se
convierte en el principal activo económico para la Orden del Temple
en Extremadura, en especial en las tierras de la Baja Extremadura.
Los numerosos castillos y torreones que salpican la geografia
extremeña pudieron estar vinculados a la vigilancia y defensa de
pastos, cañadas y rebaños.
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