miércoles, 13 de mayo de 2015

LOS TOROS DE COSTITX.



Tres cabezas de Toro, animal atávico y totémico del Mediterráneo, esculpidas en bronce, lucen una enorme cornamenta en un ónfalo talayótico de la Segunda Edad del Hierro. Tres bóvidos que formaban parte importante (imprescindible por su fuerza y belleza) de un santuario asociado a un asentamiento talayótico, que estuvo en funcionamiento desde el siglo V a.C. hasta la época en que los romanos dominaron el archipiélago balear. ¿Vendrían aquí los famosos y aguerridos honderos baleáricos a presentar respetos al toro antes de combatir a los invasores latinos?.


El Santuario del Predio de San Corró (Mallorca) era un espacio con forma rectangular, que presentaba un ábside en la cabecera y una serie de columnas decorativas que pudieron servir de sustento a las cabezas de bronce, encargadas de presidir las ceremonias. Se ha interpretado que las columnas y las esculturas están relacionadas con la representación de ciertas divinidades pertenecientes al ámbito Mediterráno, descartando (no se bien por qué) la existencia de un culto al toro. No obstante, no es descabellado pensar, a tenor de las múltiples representaciones de toros en todo el arco mediterráneo, en un ceremonial en que el animalito en cuestión, fuese protagonista absoluto del mismo, y no podemos pasar por alto que admirar y venerar la naturaleza animal forma parte de nuestra esencia humana.

Algo que no ha podido establecerse con claridad es su origen, pues debido a la perfección técnica de las piezas se sigue discutiendo si es una obra autóctona o importada desde otro punto del Mare Nostrum. Se ha planteado que antes de ser colgadas en las columnas del santuario, estas cabezas de bronce fueron mascarones de proa, al estilo de las naves nurágicas de Cerdeña, pues los barcos sardos tenían mascarones en forma de cabeza de toro y ciervo. Las cabezas serían posteriormente ofrendadas al santuario.


Un toro es mucho más inspirador que cualquier deidad que un sacerdote quiera crear. Curiosamente, y como ocurre con aquellos matadores que triunfan en el coso, entre las ofrendas se han encontrado cuernos y orejas de bronce. Nada es nuevo, nada es porque sí, todo tiene un origen, aunque este sea muy remoto.


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