Suiza es, teniendo en
cuenta su organización política y administrativa, uno de los
estados más originales de la Vieja Europa, hay incluso quien afirma,
sin rubor, que es el estado más extraordinario del continente. El
origen de su característica estructura cantonal hay que buscarlo en
la Edad Media, en la Antigua Confederación, cuando poblaciones
rurales de campesinos y centros urbanos sedes de artesanos y
comerciantes, decidieron romper los mecanismos feudales clásicos que
les hacían depender de poderosos linajes aristocráticos y crear una
forma diferente de organizar su sociedad, su economía y su política.
Su aparición entre los siglos XIV y XV fue una auténtica sorpresa e
innovación política para la época.
En el territorio de lo
que hoy es Suiza, en el corazón de la cordillera más elevada de
Europa, los Alpes, se sucedieron cazadores recolectores del
Paleolítico, trabajadores del metal del Neolítico, diversas tribus
celtas como retios y helvecios, invasores germanos como cimbrios y
teutones, todos ellos sometidos por el fuerte brazo de Roma, el reino
altomedieval de los burgundios y los señores carolingios. Y desde el
1037 el territorio de la Suiza moderna se hallaba en el interior de
los límites del Imperio. Parecía que el destino de esta tierra y de
sus gentes, iba a depender de las energías e intereses de unas pocas
familias aristocráticas.
Durante el siglo XII,
época del renacer urbano, el número de ciudades suizas pasó de 16
a 80, de tal manera que la vida económica del país se desarrolló a
un ritmo vertiginoso, especialmente gracias a las rutas entre el Rin
y el Norte de Italia a través del paso de San Gotardo, que abrieron
el acceso a la Suiza central por vez primera en la Historia.
Hacia mediados del siglo
XIII el rey Rodolfo I de los Habsburgo, extendió sus dominios por la
Meseta Suiza, al mismo tiempo que se iba imponiendo a marchamartillo
el régimen feudal, pero sus ambiciones imperiales le distrajeron de
los asuntos suizos. Un hecho que los suizos se apresuraron en
aprovechar.
Las comunidades de los
bosques, que se querían libres e independientes, Waldstatten , fueron
las primeras en agruparse, dando lugar, con el tiempo, a la Antigua
Confederación, una férrea alianza concretada por las poblaciones
que habitaban los valles centrales de la cordillera alpina. De la
misma manera que en el siglo XX, los maltrechos estados europeos
destrozados durante la Segunda Guerra Mundial, estas comunidades de
los bosques aunaron una serie de intereses comunes, como el libre
comercio y el asegurar la paz, la seguridad y la viabilidad de las
principales rutas mercantiles que atravesaban las montañas.
En el año 1291, pocos
meses después de la muerte de Rodolfo I, las comunidades suizas
quisieron dar oficialidad a su unión, como cuando contraen
matrimonio dos personas que llevan veinte años compartiendo sus
vidas, y firmaron la Carta o Pacto Federal (Bundsbrief). Este
documento que suscribieron las comunidades rurales de Uri, Schwyz (de
donde procede el nombre de Suiza) y Unterwalden, está considerado el
acta fundacional de la Ewiger Bund, la Liga Eterna. Estos primitivos
cantones, cuyo objetivo más inmediato era sacudirse las injerencias
extranjeras y oponerse a los soberanos austríacos, estaban
compuestos por campesinos, siervos y ciudadanos, tanto nobles como
burgueses, y con la firma de este tratado se juraron fidelidad y
socorro mutuo.
Para consolidar su
posición buscaron el apoyo de los rivales de los Habsburgo, como
Adolfo de Nassau o Enrique VII de Luxemburgo, que no tardan en
reconocer a la Confederación.
En 1353 a los tres
cantones originales (y fundacionales) se habían sumado otros dos
cantones, Glaris y Zug, y las ciudades estado de Lucerna , Zurich y Berna (que siguen estando entre las más destacadas e importantes del
país), y todos juntos dieron vida a la Antigua Confederación,
compuesta ahora por ocho estados, que con el tiempo fue incrementando
sus miembros y que pudo existir hasta los convulsos años
revolucionarios de finales del siglo XVIII.
Lucerna, Berna y Zurich
se fueron uniendo a la confederación por diferentes intereses,
aunque algunas de estas ciudades no habían roto su relación con los
Habsburgo. En un momento de debilidad de la dinastía imperial,
Lucerna intentó apoderarse de ciertas tierras de los Habsburgo, y
Leopoldo III reaccionó armando un ejército dipuesto a someter a los
levantiscos suizos. El choque entre ambos ejércitos tuvo lugar en
1386 en la batalla de Sempach , donde los helvéticos volvieron a
demostrar sus habilidades como combatientes. El propio Leopoldo III
murió en batalla.
Para el siglo XV la
pujante confederación controlaba gran parte de los territorios al
sur y al oeste del Rin, hasta los Alpes, en 1476 derrotaron a Carlos
el Temerario en la batalla de Morat y en 1499 la victoria suiza sobre
la Liga Suaba y la Casa de Habsburgo en la celebrada batalla de Dornach , dio como resultado la independencia de facto del Sacro
Imperio.
Con esta victoria la
Confederación reafirmó su reputación de invencible, pero no
siempre se puede ganar, y en 1515 la expansión suiza fue frenada en
seco, tras sufrir una derrota en la batalla de Marignano. Tras la
batalla suizos y franceses firmaron una paz perpetua, (lejano origen
de la neutralidad suiza), que marcaba además el final de la
expansión de los confederados, que prácticamente no volvieron a
participar en ninguna guerra continental. Solo como mercenarios.
Sin embargo la
Confederación carecía de instituciones comunes, aunque se había
adquirido la conciencia de remediar este defecto durante las
siguientes centurias. A veces los intereses de las ciudades entraban
en conflicto con los valles, de ahí que en el fondo no existieran
motivos para perseguir un gran objetivo político. Y esto último
quizá salvó a Europa de ser dominada por Suiza. La fama de gente
pacífica de la que gozan los suizos en la actualidad, nada tiene que
ver con la imagen de los montañeses helvéticos del siglo XV,
prácticamente imbatibles en el campo de batalla. El carácter local
de su gobierno cantonal, sin excesivos intereses imperialistas, ancló
sus ambiciones dentro de unos límites geográficos determinados.
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