Mientras estos sucesos tenían
lugar en Güintonia, apareció en el cielo una estrella, prodigiosa
por su magnitud y su brillo, que emitía un único rayo. En un
extremo del rayo había un globo de fuego, desparramado en forma de
dragón, y de la boca del dragón procedían dos rayos, uno de los
cuales parecía extender su longitud más allá de la región de
Galia, mientras que el otro apuntaba hacia el mar de Hibernia y
concluía en siete rayos menores. Ante la aparición de semejante
astro, el estupor y el miedo se adueñaron de aquellos que lo habían
visto. Úter, el hermano del rey, que se encontraba en Cambria, en
campaña contra Gilomán, se quedó tan estupefacto como los demás y
recurrió a sus sabios para que le explicaran el sentido de aquel
prodigio. Entre ellos estaba Merlín, que había acompañado al
ejército como asesor bélico. Cuando estuvo en presencia de su
caudillo y le fue transmitida la orden de desentrañar el misterio de
la estrella, prorrumpió en llanto y después, recobrando el ánimo,
exclamó:
—«¡Ah, irreparable pérdida!
¡Ah, pueblo huérfano de Britania! Ha muerto Aurelio Ambrosio,
ínclito rey de los Britanos, y con él moriremos todos, si Dios no
nos ayuda. Apresúrate, Úter, caudillo nobilísimo, apresúrate y no
retrases el choque con el enemigo. Obtendrás la victoria y serás
rey de toda Britania. Ese astro te representa a ti, lo mismo que el
dragón de fuego de su cola. El rayo que se extiende hacia las
regiones de Galia anuncia al hijo poderosísimo que te nacerá y que
ejercerá su dominio sobre todos los reinos que el rayo cubre. El
segundo rayo representa a tu hija, cuyos hijos y nietos gobernarán
sucesivamente el reino de Britania.»
Geoffrey de Monmouth
“Historia de los reyes de
Britania”.
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