Desde
un lugar destacado del Ayuntamiento Nuevo de Munich, dominando la
Marienplatz, sumido en un silencio pétreo, nos observa Heinrich der
Löwe - Enrique el León - un destacado duque de Baviera y fundador
de la capital muniquesa.
Hombre
enérgico y de carácter, si atendemos a su apelativo de león,
elegido por él mismo como animal totémico, hijo de Enrique el
Soberbio, duque de Sajonia, participó con éxito en la
evangelización de las tierras bálticas, peleó con el emperador
Conrado III para obtener Baviera, casó en segundas nupcias con
Matilda, la hija del rey inglés Enrique II Plantagenet, peregrinó a
Tierra Santa, fortaleció su posición en Baviera fundando Munich y
llegó a dominar un vasto territorio que se extendía entre el mar
del Norte y el Báltico. Y en la cúspide de su carrera
político-militar, se enemistó con alguien más poderoso que él, y
no menos bravo, el emperador Federico I Barbarroja, lo que le hizo
caer en desgracia, perder sus feudos y la entrega del Ducado de
Baviera a Otón de Wittelsbach. En 1195 falleció en Brunswick, lugar
donde fue enterrado.
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