Ascendimos
hasta Akerreta, de reminiscencias medievales, caminamos por un
precioso bosque y encontramos salvación en La Parada de Zabaldika.
Necesitábamos comer algo y descansar.
Un escuálido
peregrino, estilo Fido Dido (de Seven Up), nos recibe al otro lado
del puente, y nos da la bienvenida al bar La Parada de Zabaldika.
Tras diez kilómetros de marcha necesitábamos desayunar y descansar
un rato. Una de las cosas que más me gustan del camino son estos
lugares de reunión y descanso, relax y avituallamiento. Una Babel
efímero en el Valle. En general el inglés es el idioma más
hablado. A estas alturas del Camino, del hispanoparlantes, somos
minorías.
La
parada. Lugar de
reunión, donde cada peregrino cuenta sus experiencias, regala
consejos, ofrece ayuda e insufla ánimos a los compañeros
caminantes. Cada cual intenta hacerse entender como buenamente puede.
Los gatos del lugar se vienen conmigo, quieren ser mis amigos.
Ibamos muy
cansados, y siendo núcleos, prácticamente deshabitados, poco
recuerdo de ellos. Solo caminar y caminar. Ganados, invertebrados y
rapaces.
Un milano real, una de las rapaces más comunes y abundantes de España, sobrevuela nuestras cabezas.
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