A partir del siglo XVIII, y
hasta bien entrado el siglo XIX, la ciudad de Cádiz disfrutó de una
época dorada, probablemente la de mayor esplendor de su dilatada
historia. Esta prosperidad es fruto del traslado, en el año 1717, de
la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, del Guadalquivir al
Atlántico. Desde la Antigüedad, Cádiz había contado con un
destacado puerto, pero a partir de esta fecha ganó mayor relevancia
internacional, convirtiéndose en uno de los destinos comerciales más
importantes de toda Europa.
Levantada entre el mar y el
cielo, durante el siglo XVIII Cádiz fue un mirador a las grandes
batallas navales y una ajetreada urbe mercantil. La marea del
comercio con América fluye y refluye en la ciudad andaluza desde
1717, cuando Felipe V traslada aquí la Casa de Contratación y el
Consulado de Indias, hasta finales de siglo, momneto en que el buen
comerciante habla ya de las chispas de fuego que anuncia el París
revolucionario. Puente de las reformas borbónicas proyectadas en las
colonias ultramarinas del Imperio español, la ciudad fundada por los
antiguos fenicios recupera en esta centuria, y aún multiplica, el
enjambre de hombres y mercancías registrado en la época púnica de
Aníbal o la romana de los césares. Los treinta mil habitantes que
tiene en el momento de la Guerra de Sucesión y del cambio dinástico
se convierten, a finales de siglo, en setenta mil habitantes, y ello
sin contabilizar el mundo flotante de los que están de paso. En
ninguna otra ciudad de España se reunieron condiciones tan
favorables para la aparición de la burguesía. Todavía en 1833,
Larra escribe con agudeza:
Aquí tenemos en España
clase media numerosa y resignada con su verdadera posición: si hay
en España clase media, industrial, fabril, comercial, no se busque
en Madrid, sino en Barcelona y en Cádiz.
Fernando García de Cortázar.
Breve Historia de la Cultura en España.
Atraídos por su riqueza, y por
las posibilidades de negocio, numerosos mercaderes italianos,
franceses, ingleses, flamencos y holandeses, acudieron en busca de
fortuna con el lucrativo comercio con América. A pesar de la
dimensión del puerto gaditano, el gran comercio no llegó a tener
mucha influencia en la economía andaluza. De todo el volumen de
mercancías que se embarcaban en Cádiz rumbo al continente
americano, solo una pequeña parte (aceite, vino, pasas, aguardientes
y textiles) procedía de Andalucía. La mayoría eran manufacturas
procedentes de países europeos, donde las modernas fábricas
elaboraban productos de lujo.
En pocos años la ciudad que
sería conocida en el futuro como Tacita de Plata, incrementó su
población, sobrepasando los 70.000 habitantes (lamentablemente los
tiempos han cambiado, y año tras año muchos gaditanos abandonan su
hogar en busca de trabajo). Durante esta centuria la ciudad
experimentó un notable crecimiento, y se construyeron numerosos
edificios. Además las ideas ilustradas, vigentes en Europa, llegaron
en los numerosos barcos que atracaban en su puerto. La llama de la
libertad estaba a punto de prender en el alma del gaditano.
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