En
la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el
fuego frotando piedras o ramas.
Desde
entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde
chispita.
Mi
fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos
hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó
la comida, nos
alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.
Espejos.
Eduardo Galeano.
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