Al
sur de Badajoz, prácticamente siguiendo la línea que marca la
frontera con Portugal nos encontramos con Olivenza, una mezcla
peculiar de lo portugués, lo andaluz y lo extremeño.
Azulejos
celestes al más puro estilo portugués, plazas abiertas y naranjos
como en Andalucía, y calles rectas de casas bajas típicas
extremeñas; la esencia de Olivenza guarda un poco de Extremadura,
Andalucía y Portugal. Y el gótico manuelino es otro de los sellos
de identidad. Hasta hace poco Olivenza fue portuguesa y de ahí su
nombre.
La fortaleza, visible desde varios kilómetros, es el elemento
arquitectónico más representativo de Olivenza,
Olivenza
es el principal centro urbano de una comarca, llamada también
Olivenza, una de las más adehesadas de toda Extremadura. Entre la
abundante flora, ocupan un destacado lugar la vegetación de rivera
que crece a orillas del Guadiana y de los numerosos riachuelos que
atraviesan esta comarca. Habitada desde tiempos prehistóricos, por
estas tierras han pasado celtas, romanos y visigodos, y en la
plenitud del Medievo, caballeros templarios y familias nobles,
levantaron imponentes fortalezas y promovieron el desarrollo de
dinámicos burgos.
Cuentan
algunos que Olivenza fue posesión de los caballeros del Temple. Más
bien los templarios se proyectaron sobre la localidad desde la
cercana fortaleza de Alconchel, aprovechando un vacío de poder. Si
hacemos caso a determinados investigadores del tema, la Orden del
Temple eran los dueños y señores de media Extremadura. Eso sí, no
pudieron frenar el avance en la región de otras órdenes como
Santiago y Alcántara.
Los
primeros documentos que acreditan la existencia de la localidad son
del siglo XIII, poco después de la conquista definitiva de la ciudad
de Badajoz. El monarca de León Alfonso IX cedió estas tierras a las
órdenes militares para que procedieran a su repoblación. Los
templarios recibieron la plaza de Alconchel y desde ese punto se
dedicaron a la labor de repoblar Olivenza, levantando una iglesia y
construyendo un castillo.
La
Orden del Temple, que no tenía legitimidad para reclamar la plaza,
fue expulsada de Olivenza por orden del rey Alfonso X “el Sabio”,
ante las protestas del concejo y del obispado de Badajoz. En 1297
mediante el tratado de Alcañices fue cedida a Portugal. Hasta 1801
no dejó de ser un enclave portugués.
En
su escudo el olivo sobre el castillo.
Huella
indeleble del pasado portugués de Olivenza es el genuino estilo
gótico manuelino, cuya obra más sobresaliente en la localidad es la
portada del ayuntamiento. Un bellísimo arco enmarca el portal, sobre
el que se coloca un blasón con las armas de Portugal, el escudo de
la villa y una cruz de la Orden de Avis.
La iglesia de la Magdalena es uno de los templos señeros de Olivenza.
También en gótico manuelino.
Labriegos
y pastores, los hombres y mujeres de Olivenza llevan siglos viviendo
de la tierra.
También
están acostumbrados a navegar por aguas del Guadiana y del Olivenza,
donde podían asegurarse una buena pesca.
Los
caballeros del temple, sus maestros, albañiles, canteros y peones
levantaron el castillo y la iglesia. A inicios del siglo XIV
(coincidiendo paradójicamente con la disolución de la Orden), el
rey Don Dinis, construyó su propia fortaleza encima de la edificada
por los templarios, añadiendo catorce torres angulares con una
albarrana.
La
piedra fundacional del castillo es considerada la partida de
nacimiento de Olivenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario