En
pleno campo de batalla, con el cadáver de su padre aún caliente,
con tan sólo 14 años, era coronado rey de Pamplona-Navarra, Sancho
Garcés IV, tristemente conocido como el de Peñalén.
Sancho
Garcés IV acompañó a su padre García Sánchez III el día de su
muerte en la batalla de Atapuerca (1054), pero el vencedor, su tío Fernando
I, aceptó sin condición alguna la proclamación como rey y sucesor
de García el de Nájera. El joven rey Sancho contó con la
desinteresada y fraternal ayuda de su madre Estefanía durante los
primeros años de gobierno.
Al
igual que su padre, sus tíos y sus primos, Sancho tuvo que luchar
por cada palmo de tierra incluido en el famoso testamento de su
abuelo Sancho III el Mayor . De todos los conflictos en los que se vio envuelto, quizá sea el más afamado "la Guerra de los Tres
Sanchos" (1065 - 1067). El rey navarro, aliado de su primo
Sancho Ramírez de Aragón, se enfrentó a otro primo Sancho, Sancho
II de Castilla, que había penetrado en tierras navarras. Aunque no
tengamos hoy día muy claros los resultados de aquellas contiendas,
lo cierto es que Sancho, el castellano, volvió a su reino sin lograr
su objetivo.
Objeto
de una conjura perpetrada por sus hermanos, Sancho fue asesinado
durante una cacería en 1076. Su hermano Ramón lo precipitó al
vacío por un barranco de Peñalén, de ahí su desgraciado mote.
Esta
conjura y vil asesinato provocó que Navarra perdiese su
independencia. Sus vecinos y rivales, como aves de carroña ávidas
de carne muerta, se abalanzaron sobre los despojos de un reino
descabezado y aprovecharon la coyuntura para repartirselo; Alfonso VI
de León (especialista en asesinatos oportunistas) ocupó La Rioja, y
Sancho Ramírez, otrora compañero de armas del asesinado rey,
apoyado por parte de la nobleza se proclamó rey de Navarra. Desde
este momento y hasta la muerte de Alfonso I el Batallador, Navarra
estaría vinculada a la corona aragonesa. ¿Quién estuvo detrás del
regicidio? No resulta demasiado complicado imaginarlo.
Sancho Garcés IV, el desgraciado rey que murió víctima de la más rastrera de las traiciones, descansa junto a su padre en el Monasterio de Santa María la Real de Nájera.
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