De las oscuras y frías
aguas del lago Inari, situado en el norte de Finlandia, más allá
del Círculo Polar Ártico, emerge poderoso Ukonsaari, un islote
sagrado para los habitantes de Laponia a lo largo de milenios.
El nombre de la isla se
refiere a Ukko, una de las deidades más destacadas de la mitología
finesa, que recibiría veneración en este lugar. Ukko es un dios del
cielo, del trueno y de la tormenta, probablemente vinculado con
Ilmarinen, el herrero del Kalevala. Ukonsaari se traduce como “Isla
de Ukko” o “Isla del Anciano”.
Los saamis llaman a este
dios Äijih, el dador de vida y protector de la salud de las
personas. La pequeña isla rocosa era un sieidi, un lugar sagrado
para los saamis, altar de sacrificio y templo natural para el culto.
Cada comunidad saami (llamadas siida) tenía su propio siedi.
En canoa, durante el
verano, o en trineo, si el lago estaba helado, los saamis llegaban
hasta aquí para celebrar sus ritos y realizar los sacrificios
pertinentes en honor a Äijih, dios supremo de su panteón.
Poblaciones que viven en armonía con la Naturaleza y buscan sus
santuarios en rocas, bosques, cuevas y lagos.
El ronco y monótono
lamento del tambor chamánico acompaña el sacrificio de renos.
Junto al museo Siida de
cultura saami hay un pequeño muelle desde el que zarpan cómodos
cruceros que te dan un plácido paseo por el lago y te acercan a la
Isla Santuario.
Desde el principio de
los tiempos hombres y mujeres encontraron a sus dioses en la
Naturaleza, y no es de extrañar cuando uno contempla su grandeza y
belleza. Lo que no tiene sentido es encerrar a los dioses en templos
e iglesias. Ante la Gran Madre cada ser es insignificante, pero a la
vez, pieza imprescindible de la totalidad.
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