Más allá de San Marcos,
donde termina el castello y las murallas marítimas delimitan la zona
militar del arsenale, allí donde apenas llegan turistas, y aún
siguen teniendo su hogar los moradores de la Laguna, se encuentra el
Campo di San Pietro, un remanso de silencio y sosiego. Hasta aquí se
llega siguiendo la Vía Garibaldi, literalmente hoy nos hemos salido
del mapa-callejero de Venecia.
Se trata de una pequeña
isla independiente llamada San Pietro di Castello, y en ella se ubica
la Basílica de San Pietro, construida en el siglo IX y su inclinado
campanile exento. Este templo fue hasta 1807 la catedral del
patriarcado de Venecia, mientras que San Marcos era la capilla
particular de los dogos.
En el camino que une el
canal y la portada principal de la iglesia, destaca una piedra blanca
que supone un contraste con la totalidad gris. Esta piedra marca el
punto exacto en que se detenía el dogo cuando venía a encontrarse
con el patriarca. De esta manera ni el dogo tenía que llegar hasta
el umbral del templo, ni el patriarca dar la bienvenida al dogo en su
barco, y así ninguno de los dos poderes (político y religioso) se
veía rebajado ante el otro.
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