viernes, 6 de mayo de 2022

BOLONIA LA DOCTA.

 


La Universidad es una de las grandes creaciones de la Edad Media (una época menos oscura de lo que muchos pretenden) y fue en Bolonia donde abrió sus puertas la primera de todas, aunando esfuerzos profesores y estudiantes, unidos por una desbordante pasión por el conocimiento. Las universidades actuales han perdido mucho de ese espíritu de búsqueda.


Dos visitas fugaces a la ciudad más destacada e influyente de Emilia Romagna me han brindado la oportunidad de intuir su belleza de Bolonia, aunque también de captar cierta sensación de abandono y decadencia, como si sus mejores años hubiesen pasado ya, y fuese misión imposible recuperarlos. Pese a todo Bolonia tiene historias que contar, de etruscos y de galos, de papas y de emperadores, de estudiantes y profesores.


Emilia-Romagna, en el centro de la península italiana es un ancho pasillo a través del valle del Po, que separa el Norte Alpino del Cálido Sur mediterráneo. La Pianura Padana, o llanura del Po, de próspera agricultura es conocida como el “frutero de Italia”.


Los galos de la tribu de los boios, atravesaron los Alpes, se precipitaron hacia la llanura y cruzaron el río Po, llegando hasta la ciudad etrusca de Felsina. La conquistaron, se asentaron en ella y cambiaron su nombre por el de Bononia. Y de ahí, Bolonia.


El Palazzo Archiginnasio fue la primera sede de la Universidad de Bolonia, cuya facultad de medicina gozó de gran prestigio durante el siglo XIV, especialmente en el campo de disección y anatomía. Entre los ilustres personajes que pasaron por sus aulas se cuentan Mateo de Acquasparta,  Lanfranco de Canterbury , Hugo de SienaFernando de Loaces , Dionisio de Szecsi . . . aunque personalmente me quedo con el ingeniero Giorgio Rosa, que en los años '60 fundó la República Esperantista de la Isla de Rosa, sobre una pequeña plataforma en aguas del mar Adriático.


Bolonia no pudo disfrutar de la independencia y desarrollo autónomo de otras ciudades italianas como Génova, Pisa, Siena, Florencia, Milan o Venecia, pues a mediados del siglo XIV comenzó el largo dominio pontificio, que se prolongaría hasta época de Napoleón. En los siglos siguientes se convirtió en un importante centro cultural durante el Renacimiento y una de las ciudades más populosas e importantes de los Estados Pontificios.


El rincón más bonito queda enmarcado por la Piazza Maggiore y la Piazza de Neptuno, que se encuentran prácticamente unidas, formando un enorme continuo de espacios abiertos y edificios. Torres, palacios y callejones se apiñan alrededor de esta zona del centro urbano, una impresionante exposición de construcciones medievales y renacentistas. Los edificios y monumentos más notables y conocidos los encontramos aquí; las dos torres (Torre degli Asinelli y Torre Garisenda), el Archiginnasio, el Palazzo de Accursio, la fuente de Neptuno y la Basílica de San Petronio. Lo más genuino, quizás, sean sus arcadas que parecen prolongarse más allá de los propios límites de la ciudad.


Obra de Bandinelli expuesta en el Palazzo Vecchio. 
Clemente VII corona a Carlos V. 

En la basílica de San Petronio, dedicada al obispo de la ciudad del siglo V, el papa Clemente VII coronó a Carlos V. Corría el año 1530 y aún estaba fresco el recuerdo (y la sangre) del Saco di Roma, acaecido tres años antes. Los ánimos no estaban para celebrar fastos en Roma, así que se optó por Bolonia. Durante su estancia en la ciudad Emperador y Papa se alojaron en el Palaccio de Accursio. Esta fue la última ocasión en que un Pontífice coronaba a un Emperador. Clemente VII, de nombre secular Julio de Médici, era, como toda su familia, originaria de Florencia, y en la ciudad toscana existe una bellísima escultura que representa la coronación. La podemos ver en el Salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio.



Urbe universitaria por excelencia, llena de estudiantes, alejada de los circuitos turísticos, sus calles porticadas invitan a pasear, sus aceras debajo de soportales, frescos en verano, seguros en invierno, separan al viandante de carreteras y coches, configurando una entorno muy agradable para pasear, una urbe dinámica y animada por las típicas cafeterías, heladerías, pizzerias y trattorias. El entorno y el conjunto de edificios que rodean la Piazza Maggiore son el recuerdo en piedra de su pasado medieval, y actúa como un imán que atrae hacia sí, a vecinos y visitantes, en una peregrinación continúa que tiene como destino final beberse toda la belleza de Bolonia.



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