Maximilien de Robespierre,
apodado el Incorruptible, participó en el club de los exaltados
jacobinos, para convertirse en el principal dirigente durante los
años más convulsos de la revolución. El éxito personal de
Robespierre se debió tanto a la fuerza de su discurso
revolucionario, como en la capacidad de ir eliminando a todos sus
adversarios. Pero cuanto más sube uno, desde más alto cae. Uno de
sus rivales políticos, el girondino Brissot dijo que “Robespierre
teme la razón, habla siempre a las pasiones”.
Robespierre
fue un abogado que integró la Asamblea Nacional Francesa en 1789 y
en 1791 se convirtió en el presidente del club de los jacobinos. De
ideas radicales, atacó tanto a la monarquía como a los girondinos
(rivales en la Convención). Conspiró para derribar el gobierno
girondino y acto seguido consiguió dominar (junto a Saint Just y
Couthon) el Comité de Salud Pública. Desde esta posición de
control supervisó personalmente el Terror; la purga violenta de toda
la oposición a sus ideas revolucionarias por medio de la ley
marcial. Sin aliados, completamente sólo en la cúspide de su poder,
fue expulsado de la Convención y ejecutado en julio de 1794.
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