Después
de la Guerra de Sucesión Española (1701 – 1714), la paz firmada
en Utrecht estableció un nuevo orden internacional, caracterizado
por el equilibrio, que había de durar un siglo.
Inglaterra
consiguió reforzar su poderío marítimo y colonial, y logró
imponer un principio de equilibrio continental, según el cual ningún
estado debía ejercer la hegemonía sobre el resto (en su fuero
interno, Inglaterra se reservaba ese papel para sí misma) en el
continente y los estados debían equilibrarse mutuamente.
España
perdió todas sus posesiones europeas y su monarca Felipe V renunció
a sus derechos al trono francés. De esta forma se hacía imposible
una eventual unión de ambas coronas. Una circunstancia que
tranquilizaba a los inquietos vecinos.
A la
tradicional rivalidad entre Inglaterra y Francia se suma ahora la de
Austria y Prusia. Suecia y el Imperio Otomano fueron perdiendo
importancia entre las potencias europeas. Polonia se llevó la peor
parte, y quedó fragmentada y repartida entre Austria, Prusia y
Rusia.
Siguiendo
con Rusia, Pedro I y Catalina II consiguieron incorpor al Imperio
Rusa plenamente en la política europea.
Como hemos
visto esta centuria se caracterizó por un equilibrio de fuerzas
entre las potencias europeas, ninguna conseguía dominar con claridad
al resto. Las rivalidades y las ansias de poder desmbocaron en varios
conflictos bélicos. Estas guerras fueron el resultado de una doble
rivalidad, la pugna entre Austria y Prusia por controlar el espacio
alemán, y el enfrentamiento entre Francia y Gran Bretaña en sus
colonias de ultramar. La Guerra de Sucesión de Austria y la Guerra
de los Siete Años fueron los conflictos más importantes de ese
siglo XVIII.
- La Guerra de Sucesión de Austria (1740 – 1748) enfrentó a María Teresa de Austria con Federico II de Prusia. Francia y España se aliaron con Prusia, mientras que Gran Bretaña y Saboya ayudaron a Austria. La paza de Aquisgrán (1748) puso fin a la guerra, Prusia obtuvo de Austria el territorio de Silesia y María Teresa el reconocimiento como reina de los territorios austríacos de los Habsburgo.
- La Guerra de los Siete Años (1756 – 1763) enfrentó a Gran Bretaña y a Francia (con sus respectivos aliados) por el control del comercio colonial, una actividad que proporcionaba enormes ganancias. Ambas potencias se enfrentaron en suelo europeo y también en las colonias que poseían tanto en América como en Asia. La Paz de París puso final al conflicto. Francia tuvo que ceder a Gran Bretaña los territorios de Canadá y muchos de sus enclaves comerciales de la India. Estos acuerdos marcaron el comienzo del declive Francés y el inicio de la enorme expansión británica.
Hacia 1770
la situación internacional se caracterizaba por la existencia de una
potencia hegemónica en el mar, Gran Bretaña, y tres potencias
continentales que luchaban por la supremacia: Francia, Austria y
Prusia.
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