La
independencia declarada en 1579 no fue reconocida por España hasta
el año 1648 (después de la Guerra de los Treinta Años, un
conflicto nefasto para los intereses españoles). Los holandeses
cimentaron su sistema republicano recurriendo a las viejas
instituciones medievales (al contrario de lo que ocurrió en otras
regiones de Europa), y contra la tendencia absolutista generalizada
los Países Bajos fueron capaces de gobernarse mediante un sistema
próximo a la democracia, en el que la soberanía recaía sobre los
Parlamentos de cada una de las Siete Provincias (Frisia, Zelanda,
Groninga, Overijssel, Güeldres, Utrecht y Holanda) y cuyos diputados
eran elegidos por los ciudadanos con el mandato de regir los asuntos
políticos y también los militares.
Para decidir
las políticas comunes a todas las provincias se elegían unos
Estados Generales y sus decisiones debían ser ratificadas por cada
una de las cortes provinciales. Al frente del poder central se
situaba un estatúder, un cargo que terminó recayendo en la familia
Orange-Nassau con carácter hereditario (la casa real).
Entre los
períodos 1650 – 1672 y 1702 – 1748, no hubo estatúder, de modo
que la autoridad fue ejercida en exclusiva por los Estados Generales.
Estos dos períodos se conocen como Primera y Segunda Repúblicas
Neerlandesas, y en ellos Holanda se aproximó al modelo político
contemporáneo.
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