Alba de Tormes, junto al río del mismo nombre, se ubica esta apacible villa castellana. Su histórico esplendor bascula entre la Casa de Alba y Santa Teresa de Jesús.
Los poderosos duques le
dieron el nombre, el río – afluente del Duero – el apellido y
Santa Teresa la situó en el mapa cultural europeo. Hablamos de Alba
de Tormes. Una de las localidades más destacadas del Campo Charro y
capital de la comarca Tierra de Alba.
Su origen es incierto,
aunque hay voces que hablan de un castro (¿celtíbero/vetón?) y una
posterior población romana. De cualquier forma, un asentamiento
protohistórico favorecido por su situación geográfica cercana al
Tormes.
El puente medieval que
cruza el río a la altura de la villa, se considera construido sobre
uno anterior de época romana, sobre el que cruzaba un ramal de la
Vía de la Plata.
Después de un largo
periodo sin noticias, Alba de Tormes irrumpe en la historia en el
siglo X, en relación al establecimiento de grupos de población en
la franja fronteriza entre musulmanes y cristianos. Después de la
victoria en la batalla de Simancas (939) el rey leonés Ramiro II
repobló la región con gente venida de León y de otros lugares. No
obstante la repoblación de la Extrema Durii no puso consolidarse
hasta la conquista de Toledo (1085).
El 4 de julio de 1140
Alfonso VII el Emperador otorga el Fuero al concejo de Alba, con
jurisdicción sobre un amplio territorio, conocido como Villa y
Tierra. “En el nombre de Dios, yo, Alfonso, emperador de España y
mi mujer Berenguela damos y concedemos estos fueros al Concejo de
Alba de Tormes”. Este documento podemos considerarlo la partida de
nacimiento de la villa de Alba.
La plaza mayor porticada
reune a todo el pueblo, ancianos y niños, habitantes y visitantes se
dan cita aquí.
La villa estaba formada
por el núcleo de población convenientemente amurallado, el arrabal
adyacente y diversas vecindades como Martinvalero o Amates.
Por su importante
situación estratégica estuvo controlada de cerca por la corona, se
sabe por ejemplo que el señorío de realengo perteneció al hijo de
Alfonso X, el infante don Pedro. A mediados del siglo XV a instancias
de Enrique IV, el Señorío de la Villa, se transformó en Ducado de
Alba, en favor de la familia Álvarez de Toledo. En el siglo XVI, en
los albores del Renacimiento, un nuevo tiempo, de mano del III Duque
de Alba y de la religiosa Santa Teresa, la villa de Alba desarrolla
una próspera vida cultural.
Las verdosas aguas del
Tormes, las lejanas campanas, azuzadas por el viento, el lento y
pesado caminar de las agujas del tiempo, traen a mi memoria
sensaciones de otro momento...
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