La República de Ragusa, cuyo centro era la actual Dubrovnik, cuya belleza arquitectónica y marco natural incomparable la hecho merecedora del título de Perla del Adriático, fue uno de los más poderosos estados mediterráneos de la Edad Media, compitiendo de igual a igual con la República de Venecia, el agonizante Imperio Bizantino, y más tarde, con el Imperio Otomano.
Dubrovnik, capital de la antigua (y añorada) República de Ragusa, es urbanística y arquitectónicamente una ciudad perfecta, y una de las más bellas del Viejo Mundo, capaz de rivalizar en todo con Venecia. Sus enormes murallas han hecho de Dubrovnik una ciudad sin fisuras, una plaza fuerte prácticamente inexpugnable.
La República Marinera de Ragusa consiguió escapar al control de Venecia, dueña absoluta del Mediterráneo Oriental, y prácticamente monopolizó el comercio de los metales procedentes de las minas de Serbia y de Bosnia, especialmente la plata, distribuyéndolo por todo el Mediterráneo, lo que influyó en el gran desarrollo de la República, y de su ciudad capital. Por otro lado Ragusa contaba con una experimentada marina y una formidable fortificación para defender su independencia, los indomables ragusinos (o como quiera que sea que se llamasen) únicamente sucumbieron, perdiendo con ello su autonomía, bajo el imparable rodillo con el que Bonaparte asoló media Europa.
A principios del siglo IX Ragusa era ya la ciudad más importante de Dalmacia meridional, y formaba una próspera comunidad bajo la égida de Bizancio, siendo más tarde controlada por Venecia. En 1358, en el contexto del conflicto entre Venecia y el Reino de Hungría, se firmó el Tratado de Zadar, constituyéndose Ragusa en República, y aunque debía pagar tributo a Hungría, pudo sacudirse el dominio veneciano.
Una pequeña ciudad, de escasas dimensiones, protegida por una poderosa muralla , lanzaba a sus navíos a navegar por el Levante Mediterráneo, desde el Adriático hasta el Bósforo. Algunos académicos italianos la consideran la Quinta República Marinera de Italia junto a Venecia, Pisa , Génova y Amalfi.
En la Plaza Luza se concentraba la vida pública y política de la República de Ragusa, un estado que elegía a sus gobernantes de forma democrática. La población dálmato-latina constituían la clase poderosa y dominante, y el idioma dalmático que utilizaban era muy parecido al veneciano. Los eslavos vivían fuera de las murallas.
La calle principal se llama Placa, discurre de Este a Oeste, y divide la ciudad en dos, el sur, ocupado por la nobleza, los ricos y el norte, escaleras arriba, donde vivían las familias más humildes, los currantes de toda la vida.
Donde muere la calle Placa, en un enorme espacio abierto se encuentra la Torre del Reloj, el Ayuntamiento, el Palacio del Rector, y por supuesto, la Catedral.
En el corazón del mar Mediterráneo, el viejo puerto de Dubrovnik, era uno de los principales centros comerciales durante la Edad Media y la Edad Moderna .La prosperidad de Ragusa dependía de la navegación y del comercio, y por tanto todos los esfuerzos estaban dirigidos al mantenimiento de una poderosa flota. Cuentan que cada hombre debía plantar a lo largo de su vida un total de cien cipreses. Después de cincuenta años esa madera ya podía ser utilizada para construir barcos. La madera se sumerge en el mar, luego se pone a secar y la sal se encarga de tapar agujeros y endurecerla. Esta lejana costumbre explica la abundancia de cedros en los alrededores de la ciudad.
La belleza y prosperidad de Ragusa le llevó a ser conocida como la Atenas Dálmata.
Tras escapar del dominio de Venecia hace su aparición por Oriente el Imperio Otomano. En 1364 Ragusa firmó una alianza con los turcos, uno de los primeros entre éstos y un estado cristiano. Por gracia de este tratado Ragusa se libró de la invasión, que pasó muy cerca, a cambio, eso sí, de pagar tributo al sultán. En 1667 un movimiento de tierra destruyó más de media ciudad, y a partir de ese momento la República inició una larga y triste decadencia.
Los armadores, navegantes y comerciantes ragusinos obtuvieron importantes privilegios para comerciar con África y Asia, De esta manera pudo rivalizar en riqueza con Venecia y Pisa, y con la propia Florencia en cultura y belleza. Los diplomáticos de Ragusa hicieron y deshicieron pactos, según necesidades y épocas, con los diferentes poderes existentes. La habilidad y buen hacer de sus diplomáticos, fueron clave para mantener la independencia. Además la ciudad contaba con un consulado en Sevilla y envió a dos marineros en el primer viaje de Cristobal Colón.
Ragusa siempre buscó los mejores apoyos y colaboraciones, y en 1492, tras la expulsión de los judíos de España, la ciudad dálmata acogió a un grupo de sefardíes, para beneficiarse de su laboriosidad y saber hacer.
La clave de su éxito fue sin lugar a dudas su excelente situación estratégica en un lugar donde podía controlar diferentes rutas comerciales, pero dejemos que los cuente un especialista en la materia Alain Ducellier.
"Hay una región que se libra tanto de Génova como de Venecia: la costa adriática y jónica, desde el estuario del Neretva hasta el estrecho de Corinto, en donde dominan sin discusión los ragusanos, a pesar de la implantación de Venecia en Corfú y en Durazzo a finales del siglo XIV, zona ésta muy importante que controla la exportación de los minerales serbios y bosnios, entre los que destaca la plata. A pesar de los esfuerzos de los monarcas eslavos, como el déspota Esteban Lazarevic, autor en 1412 de un Código de las minas, a pesar también de las tentativas de Venecia para explotar los privilegios que los reyes de Bosnia concedieron a su Comuna, en 1410 y en 1422, Ragusa de libra de todo control y mantiene un verdadero monopolio del comercio de la plata. El metal era llevado a Ragusa, que se quedaba con una pequeña cantidad, para luego dirigirse a Florencia, Pesaro, Apulia, Sicilia, Alejandría y, sobre todo, a Venecia que la redistribuía por todo el Occidente en el preciso instante en que las tradicionales fuentes de plata, Saxo y Bohemia, están casi agotadas. Además de oro, relativamente escaso, Ragusa exporta también a Venecia plomo, cobre y cinabrio. Los recursos de las zonas costeras no son descuidados sin embargo: en Albania y Epiro del Sur, los venecianos y ragusanos se disputan la sal, el grano, las pieles, el pescado seco y la vallania (bajas de roble utilizadas en tintorería) pero Venecia, en general, se conforma con alquilar los barcos ragusanos que transportan estos productos por su cuenta"
Alain Ducellier.
El Cercano Oriente Medieval.
El lema de Ragusa, toda una declaración de intenciones, era algo así como "La libertad no se vende ni por todo el oro del mundo".
Fortaleza sobre el mar, ciclópeos muros que encierran tras de si un pueblo de comerciantes, celosos de su independencia. Ragusa tan solo se doblegó ante Napoléon, y aún pensaron declararse autónomos tras la escisión de Yugoslavia. La piedra refugia a los hombres de las fuerzas hostiles, piratas, bombardeos y piratas, pero abre sus puertas alegremente a visitantes, viajeros y turistas. Dubrovnik es para sentir la piedra en los pies descalzos, conversar con el mar, sentarse en cualquier sombreado rincón, formar parte del paisaje y escuchar, entre susurros, la historia de estos muros.
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