Entre los años 1202 y 1204, el octogenario dux veneciano Enrico Dándolo, con la colaboración intestimable de Bonifacio de Montferrato, dirigió la Cuarta Cruzada sobre Constantinopla, conquistando la capital de un Imperio que intentaba a duras penas aferrarse a la vida, aceleró el proceso de descomposición del Imperio Bizantino y propinó el golpe definitivo del que nunca llegó a recuperarse.
El papa Inocencio III exhortó a los príncipes europeos a participar en una nueva cruzada, con Egipto como principal objetivo. El dux veneciano consiguió reconducir los ánimos y objetivos cruzados en beneficio de la propia Serenissima República de San Marcos. Una Cruzada descarriada, en palabras de Steve Runciman, reconocido especialista en el tema, que terminó con la conquista y saqueo de la ciudad fundada por Constantino el Grande. La victoria de los cruzados produjo un auténtico cataclismo en los Balcanes y el Adriático, y una ruptura definitiva de los equilibrios de poder en la región, que hasta entonces habían basculado entre Hungría y el Imperio Bizantino.
Antes de ese año, en 1187, Bizancio había perdido Dalmacia, Croacia y Servia, había tenido que reconocer el Segundo Imperio Búlgaro. El príncipe serbio Esteban Nemanja unificó los clanes servios y se convirtió en el gobernador de varios principados. Mientras que los búlgaros aprovechando las convulsiones de la Tercera Cruzado proclamaron el Segundo Imperio Búlgaro y se convirtieron durante un tiempo en el rival a batir en la región.
Tras la conquista de Constantinopla se produjo el pacto conocido como "Partitio Romaniae" en virtud del cual los príncipes que participaron en la Cruzada se repartieron parte del Imperio Bizantino con el beneplácito veneciano. De esta manera se rompió la unidad orgánica bizantina y fue sustituida por un conjunto de pequeños estados feudales, y perdió cualquier control e influencia sobre las regiones balcánicas y adriáticas.
Se crea el Imperio Latino con capital en Constantinopla, siendo coronado emperador Balduino IX conde de Flandes, con el nombre de Balduino I, el Reino de Salónica, del que dependían Acaya y el ducado de Atenas será concedido a Bonifacio Montferrato, uno de los principales protagonistas de este expolio territorial, el Imperio de Trebisonda centralizado en Armenia, el Imperio de Nicea y el Despotado del Epiro con Miguel I Comneno Ducas al frente. Ni que decir tiene que muy pronto surgen desavenencias y conflictos entre ellos, encrespando más aún la situación.
Venecia, que antes de lanzarse a depredar Constantinopla, había arrebatado la ciudad dálmata de Zadar al Reino de Hungría, se reservó algunas bases territoriales, como Durazzo (Durrës), Modón, Corón, archipiélago del Egro, Creta, únicamente las que sabía que podía defender y conservar, y de esta manera lograba una posición de preeminencia por encima de sus rivales italianas, Génova y Pisa.
En las décadas siguientes se produjeron nuevas fundaciones, como por ejemplo el Reino de Serbia, cuyo primer rey coronado, Esteban I Nemanjic, fue reconocido por el papado en 1217 o el Reino de Albania creado por Carlos de Anjou en los territorios que había arrebatado al Despotado del Epiro.
Todos estos cambios territoriales y la ausencia de una poder omnímodo que pudiese aglutinar toda la potencia militar y humana de la región, trastocó todo el sistema defensivo de la Cristiandad.
Desde los comienzos de su Imperio, Bizancio había sido el guardián de Europa contra el Oriente infiel y el Norte bárbaro. Se opuso a ellos con sus ejércitos y los amansó con su civilización. Pasó por muchos períodos angustiosos, cuando parecía que había llegado su hora, pero nasta entonces siempre sobrevivió. A fines del siglo XII , estaba enfrentado con una larga crisis, cuando el daño a su fuerza en hombres y a su economía originado por las conquistas turcas en Anatolia, un siglo antes, empezó a surtir todo su efecto, aumentado por la enérgica rivalidad de las ciudades mercantiles italianas. Pero, tal vez, habría demostrado nuevamente su elasticidad y hubiese podido reconquistar los Balcanes y gran parte de Anatolia, y su cultura habría seguido proyectando su ininterrumpida influencia sobre los países en torno.
Runciman.
Historia de las Cruzadas III.
El Reino de Acre y las últimas Cruzadas.
La acción del dux veneciano y los ejércitos cruzados supusieron un duro golpe para el Imperio Bizantino del que nunca pudo reponerse, abonando una creciente debilidad que sería aprovechada más tarde por los turcos. Ninguno de los estados creados de los despojos territoriales bizantinos fue lo suficientemente fuerte para imponerse a los demás, ni mucho menos, para detener el avance otomano.
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