El
Gran Príncipe Geza, descendiente del noble linaje de Arpad puso los
cimientos del reino de Hungría que fundó su hijo Esteban I. Geza
continuó la obra política de sus antecesores y supo ver que la
nación húngara no podía seguir siendo un pueblo pagano y
destructor de pueblos. Para llevar a buen puerto su estrategia
política, envió una delegación a la dieta imperial para negociar
la paz y la cooperación de Otón I en el año 973, solicitando
además que le enviase misioneros cristianos que acometieran la labor
de evangelizar el país, así como la ayuda de caballeros feudales
que le ofreciesen su apoyo militar.
Príncipe Geza en Szekesfehervar |
Para
consolidar y centralizar su poder necesitaba dominar lugares
estratégicos, que eran además los territorios de señores
triabales, lo que le obligaba a combatirlos. Convirtió Esztergom en
la capital de sus dominios y contrajo matrimonio con Sarolta, la hija
de Gyula de Transilvania, consiguiendo de esta manera el control de
las regiones más orientales del país. No obstante también se sirvió de Szekesfehervar como residencia. En la Edad Media era bastante frecuente que las cortes fuesen itinerantes, al igual que la capitalidad de los reinos.
Geza
se encargó de preparar el terreno para su hijo y sucesor, el futuro
Esteban, al que puso como maestros y preceptores al obispo Adalberto
de Praga y al abad Astrik (San Anastasio), para que lo educasen en la
fe cristiana, por la que había apostado ciegamente. Además para
reforzar sus relaciones con Occidente lo desposó con Gisella, la
hija de Enrique II de Baviera, "el Pendenciero".
Las dos
fuentes que siguen muestran la evolución histórica de la opinión
acerca de Géza:
“Enormemente
cruel, en su furia repentina asesinó a muchos. Trató a su pueblo
duramente y abusando de su autoridad […] a los que encontró en una
ruta diferente, les subyugó con amenazas e intimidación. […] De
burla presentó sacrificios al Dios Todopoderoso y a otros varios
dioses. Cuando su prelado le reprochó por eso, respondió que era
suficientemente rico y poderoso como para hacerlo.” (Thietmar,
obispo de Merseburgo)
“Hubo
entonces un príncipe de nombre Géza quien, aunque se hundió en la
forma de vida pagana, al acercarse la luz de la gracia espiritual
atentamente empezó a negociar la paz que antes nunca apreció con
todas las comarcas a su alrededor; permitió a los sacerdotes y
monjes que se presentaran delante de él, les escuchó con gozo,
encontró gusto en que la semilla de la fe verdadera plantada en su
alma germinase. […] junto con su Corte creyó y se bautizó jurando
poner a cada súbdito suyo al servicio de la fe cristiana.” (De la
leyenda mayor del rey Esteban)
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