La conquista de la ciudad almeriense de Vera se produjo prácticamente sin lucha ni derramamiento de sangre. Los pocos moros que habitaban la ciudad, muchos de ellos habían huído buscando refugio junto al Zagal, tenían claro que el avance cristiano era imparable y que oponer resistencia militar únicamente serviría para retrasar lo inevitable.
El rey Fernando el Católico, llegó a Lorca el 7 de junio de 1488 y al día siguiente envió su vanguardia, con el Marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León y Núñez, al frente de dos mil lanzas y cuatro mil peones, con la intención de conquistar la citada localidad. Cuando los moros de Vera vieron aproximarse el cuerpo de ejército cristiano, le salieron al paso, e hincando rodilla en tierra, dijeron estar dispuestos a ponerse al servicio del rey Católico, y rendir sus fortalezas, en cuanto él mismo, se personase en la ciudad.
El martes 10 de junio de 1488, el rey Fernando, llegaba a Vera con el resto de su ejército y las puertas de la ciudad se abren ante él. La comitiva que encabeza el rey de Aragón estaba compuesta por "El Adelantado de Murcia con 380 lanzas y 2.500 hombres de a pie, don Rodrigo de Cárdenas con 650 lanzas y 3.000 peones, el Maestre de Santiago con 250 lanzas y 650 peones, el Clavero de Calatrava con 280 lanzas y 500 peones, Pedro Fernández de Córdoba con 115 lanzas, Villafuerte con 150 lanzas, Fernando de Ribera con 100 lanzas y 200 espingardas; más 450 caballos y 400 espingardas y ballesteros del Marqués de Cádiz; éste, el día anterior había salido de Lorca, en avanzada con su ejército de 2.000 lanzas y 4.000 peones, llegando a Vera el lunes 9 de junio de 1488, donde esperó al rey, con el que entró en la mora ciudad".
El propio Maqués de Cádiz relata en unas cartas enviadas a la reina, la entrada en Vera: “Y llevamos al alcaide a besar las manos de su Alteza y después, a hora de vísperas, salieron todos los moros principales de la ciudad, a los cuales su Alteza mandó que entregasen la fortaleza y así se hizo. Y cierta gente nuestra se apodera de ella”.
Tras las toma de la ciudad, los Reyes Católicos establecieron que los habitantes de Vera debían ser exclusivamente cristianos y castellanos, con la finalidad de poder defender mejor la plaza recién adquirida. A tal efecto nombraron Primer Alcaide y Justicia Mayor de Vera a Garci Laso de la Vega, que había tenido varias actuaciones sobresalientes en las continuas guerras contra los nazaritas.
El cronista Andrés Bernárdez escribe: «E como el rey llegó, fue bastecida la fortaleza de Vera de gente e armas e mantenimientos, e dio la tenencia de ella a Garci Lasso de la Vega...»
Este hecho trascendental para la localidad almeriense, supuso el final de la Edad Media y la entrada de Vera en la Edad Moderna, a la que poco a poco se irían incorporando todos los territorios bajo la égida de Isabel y Fernando.
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