Los jacobinos (sector más
exaltado de la burguesía), también llamados montañeses, eran
dirigidos por Robespierre e hicieron suyas las demandas de los
sectores más populares, alcanzando el poder en junio de 1793. En
estos momentos la revolución entra en su fase más extrema.
La igualdad social.
La sociedad está obligada a
asegurar la subsistencia de todos sus miembros, ya se procuándoles
trabajo, ya sea asegurando los medios de subsistencia a quienes están
incapacitados para trabajar. La ayuda a aquellos a los que les falta
lo indispensable es una obligación para los que poseen lo superfluo.
Discurso de Robespierre.
Lo primero que hacen los
jacobinos (para legitimarse en el poder) es redactar una
Constitución, que recoge la idea de soberanía nacional y se
establece el sufragio universal masculino. Esta Constitución no
llegó a entrar en vigor debido a la situación bélica que estaba
viviendo Francia. El poder ejecutivo quedó en manos de un Comité de
Salud Pública, formado por doce miembros, de los cuales el más
destacado fue Robespierre. En la práctica Robespierre controlará el
estado como una verdadera dictadura.
Con el objetivo de satisfacer la
demanda de las clases populares (sans – culottes) que estaban
participando activamente en todos los acontecimientos
revolucionarios, los jacobinos promulgaron toda una serie de leyes
sociales: establecen el control de los precios de los productos de
primera necesidad (Ley de maximun) y limitan los salarios,
procedieron a incautar las cosechas para garantizar el abastecimiento
y distribución de bienes de contrarrevolucionarios entre los
indigentes. Estas medidas, muy impopulares, provocaron el desarrollo
del mercado negro y el establecimiento de racionamiento en algunas
ciudades. Otras medidas fueron la supresión del culto religioso y la
instauración de un nuevo calendario.
Discurso de
Robespierre a la Convención.
El gobierno revolucionario
tiene necesidad de una actividad extraordinaria precisamente porque
está en guerra [...]
No hay más ciudadanos en la
República que los republicanos. Los realistas, los conspiradores, no
son por ello más que extranjeros, antes bien, enemigos. La primera
máxima de vuestra política tiene que ser conducir al pueblo
mediante la razón, y a los enemigos del pueblo mediante el Terror.
Si el resorte del gobierno popular durante la paz es la virtud, el
resorte del gobierno popular en la revolución es a la vez la virtud
y el terror. […].
El Terror no es otra cosa que
la justicia pronta, severa, inflexible; por tanto, es una emanación
de la virtud […]. Se ha dicho que el Terror era el motor del
gobierno despótico […]. El gobierno de la revolución es el
despotismo de la libertad contra la tiranía.
18 de Pluvioso, año II
5 de Febrero de 1794.
La época de Robespierre es
conocida como “el Terror” por la cantidad de personas que fueron
ejecutadas de forma arbitraria acusadas de ir contra la revolución.
El Comité de Salud Pública suspendió las libertades y unos
tribunales revolucionarios castigaron con prisión o muerte en la
guillotina a los que se oponían al gobierno. Para defender la
Revolución en el exterior se creo un numeroso ejército formado por
ciudadanos, que consiguieron derrotar a las tropas de la coalición
antifrancesa.
Decreto
sobre sospechosos.
Artículo 1º –
Inmediatamente después de la publicación del presente decreto,
todos los sospechosos que se encuentren en el territorio de la
República y que estén aún en libertad serán puestos en estado de
detención.
Artículo 2º – Son reputados
sospechosos:
los que por su conducta, por
sus relaciones, por sus propósitos o sus escritos, se han mostrado
partidarios de la tirarnía o del federalismo y enemigos de la
libertad […]
los hasta ahora nobles,
comprendidos los maridos, mujeres, padres, madres, hijos e hijas,
hermanos o hermanas, y los administradores de emigrados, que no hayan
manifestado constantemente su adhesión a la revolución
los que han emigrado desde el
1 de julio de 1789 hasta la publicación del decreto del 30 de marzo
de 1792, aunque hayan vuelto a Francia en el plazo fijado por dicho
decreto o con anterioridad [..]
17 de Septiembre de 1793.
Llega el Terror
[…] Tiberio declaró enemigos
de la República a todos los amigos y partidarios de Sejano en número
de treinta mil […]
[…] durante aquellos
reinados tan extraña era la muerte natural de un hombre público que
se presentaba como un gran acontecimiento, transmitiéndolo el
historiador a la memoria de los siglos. En aquel tiempo, si una
ciudad se rebelaba al emperador se la reducía a cenizas tras matar a
la mayoría de sus ocupantes.
Por entonces había que
alegrarse de la muerte de un pariente o de un amigo asesinado por el
gobierno si no se quería sufrir la misma suerte. Si alguno obtenía
la popularidad era peligroso porque presentaba el nacimiento de un
rival para el príncipe. ¿Qué por el contrario alguien rehuía a la
gente, evitaba la atención ajena? Algo tramaba, cuidado con él.
¿Era rico? Podía comprar conciencias. Peligroso. ¿Pobres? Buscaban
subvertir al régimen para enriquecerse.
Sí, entonces todos eran
sospechosos. Si un general perdía en un campo de batalla era un
traidor, pero si ganaba había que protegerse de sus posibles
ambiciones. Tener un cargo era malo; dimitir de él también. Si
alguien era pariente de Agusto podía aspirar al trono; sospechoso.
Otros eran traicionados por sus criados.
Cada día el delator hacía su
entrada triunfal en el Palacio de los Muertos para obtener riquezas
de sus restos. Los tribunales, en lugar de proteger la vida y las
propiedades de los ciudadanos, se habían convertido en carnicerías
donde lo que se denominaba oficialmente justicia y confiscación era
en realidad asesinato y robo.
C.Desmoulins.
Le Viex Cordelier, núm. 3,
15-XII-1793.
Debido a esta brutalidad
Robespierre fue perdiendo apoyos, y se produjo el golpe de Estado de
Termidor (julio 1794), siendo detenido, juzgado y ejecutado. Se
inicia así la reacción termidoriana, con lo que se abre la tercera
(y definitiva) fase de la revolución.
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