Las estirpes germana y eslava
unidas en un hombre que intentó revitalizar a un moribundo Imperio
Carolingio en un momento en que estaba próxima la certificación de
su defunción. El padre de Arnulfo, Carlomán, era hijo de Luis el
Germánico y su madre una dama eslovena. Su condición de hijo
ilegítimo le apartó, en principio, de la carrera por el trono.
Como Margrave de Carantania,
Arnulfo fue capaz de mantener las fronteras de su estado a pesar de
la presión asfixiante que ejercían por el este los moravos de
Svatopluk. Hombre fuerte de la Europa Central, un capo sin discusión,
decidido, ambicioso y con grandes aptitudes, esperó el momento
oportuno y consiguió deponer a su tío Carlos el Gordo. Incluso se
especula que ordenó su asesinato.
A pesar del empeño sólo fue
aceptado por los francos del este, la futura Alemania. Los francos
occidentales se decantaron por Eudes, el conde que salvó París de
los vikingos. El imperio se desmoronaba. Maestro en tejer redes
clientelares, Arnulfo recibió la petición de ayuda del papa Formoso
y ni corto, ni perezoso entró a saco en Italia para luchar contra
Guido de Spoleto y su hijo Lamberto que no paraban de incordiar al
Santo Padre. El flamante emperador abanonó Roma tras ser coronado
por el Papa, pero aquejado de un incurable (y doloroso) reumatismo.
Sus últimos años de vida
estuvieron marcado por la enfermedad que mermó sus fuerzas, por la
progresiva desaparición de cualquier tipo de influencia en Francia
Occidental y la incontenible invasión de moravos y magiares.
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