Sunniva fue una princesa
irlandesa del siglo IX, hija de un rey bueno y generoso, que tuvo que
huir de la isla para evitar casare con un repulsivo hombre, que
además era pagano. Desembarcó en Noruega y estableció su nuevo
hogar en una cueva. Los enemigos del rey Olaf I, que había decidido
bautizarse en la religión cristiana, enterados de donde se ocultaba
Sunniva se dirigieron al lugar para asesinarla. Entonces Dios,
decidido a proteger a su pupila, cubrió con grandes rocas la entrada
de la caverna.
Años después, Olaf I y
el obispo Sigfrido descubrieron, con ayuda de unos vecinos, los
huesos de Sunniva, que desprendían un agradable olor perfumado,
símbolo inequívoco de su santidad. Sunniva, primera Santa de
Noruega, es piedra angular de la cristianización del país de los
fiordos.
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