En un recóndito
habitáculo oculto en las entrañas de Notre Dame de París,
Guillermo de Auvernia instaló su laboratorio de alquimia. Y entre
matraces y crisoles, fórmulas mágicas y vapores deliciosos,
descrubrió la piedra filosofal. Eso al menos dice una leyenda
apócrifa, tan cierta como fabulosa.
Guillermo de Auvernia,
citado a veces como Guillermo de París, fue filósoso, profesor de
teología en la universidad, consejero del rey Luis IX y obispo de
París.
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