Huesos descarnados yacen
sin sepultura, en un espacio (que fue) sacro. Como San Lázaro volvió
a la vida, a una especie de no existencia, pues nada puede morir dos
veces. Sus muros cayeron, los santos abandonaron el lugar, mas la
piedra sigue ahí, en píe, desafiante, recordando a la Ciudad de los
Caballeros, Jerez, misticismo pasados, en un mundo en el que los
valores mas altos, no se pagaban con el vil metal.
Situada a extramuros de
Jerez de los Caballeros, la de San Lázaro es un de las seis ermitas
con las que contaba la población. Se piensa que pudo pertenecer a la
Orden del Temple (como no) y es bastante seguro, basándonos en su
advocación, que fue un lugar donde se acogía y auxiliaba a los
leprosos.
Algunos documentos
acreditan que en 1511 ya se encontraba abierta al culto. El terreno
circundante era utilizado por los monjes para cultivar pequeños
huertos de los que obtener productos frescos para consumo propio y
alimentar a los enfermos.
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