Como una alegre y elegante lectora es representada Cunegunda de Austria, en el fastuoso mausoleo de su hermano, el emperador Maximiliano. Para muchas mujeres de la nobleza europea, su libertad de actuación era muy limitada (en algunas ocasiones era mejor ser puta), aunque este no fue el caso de la archiduquesa Cunegunda, que demostró poseer una gran personalidad y que no estaba dispuesta a ser utilizada como moneda de cambio en alianzas políticas que poco tenían que ver con el amor y el matrimonio. Hija de Federico III, había recibido una esmerada educación que incluía bordado, escritura y lectura, e incluso disciplinas ajenas al mundo femenino, como la equitación, la caza y la astronomía, Cunegunda se negó a contraer matrimonio con el rey húngaro Matías Corvino, y decidió, por su cuenta y riesgo, y en contra de la voluntad de su padre (que otra cosa cabría esperar con la educación que había recibido) se casó con el duque de Baviera Alberto IV . Tuvo ocho hijos y a la muerte de su esposo se alejó de la vida pública y pasó los últimos años de vida tranquilamente retirada en un convento. Quizá se casó por amor.
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