El 15 de Junio de 1389,
festividad de San Vito, una fecha que siglos después, muchos, aun no
han olvidado. Ese día, una coalición de príncipes balcánicos
fueron derrotados por el sultán otomano Murad I, en la célebre
Batalla de Kosovo.
Los líderes de ambos
ejércitos, Lazar de Serbia y Murad I , perdieron la vida en la
batalla. Siglos después la Batalla de Kosovo se convirtió en el
hito fundacional del creciente nacionalismo serbio, que terminaría
derivando en un nuevo conflicto armado, esta vez, contra los
albaneses que residían en estas tierras. Más de seiscientos años
después, las heridas abiertas en el Campo de los Mirlos, no han
terminado de cerrar.
"La batalla de Kosovo dio lugar a un largo poema épico que para los serbios cobró una importancia literaria similar a la Chanson de Roland para los franceses, aunque a la larga adquirió una carga de significado nacionalista mucho más densa, deviniendo el gran mito romántico serbio de la redención por la derrota, como sería el Once de Septiembre de 1714 o el Álamo por las norteamericanos"
"La batalla de Kosovo dio lugar a un largo poema épico que para los serbios cobró una importancia literaria similar a la Chanson de Roland para los franceses, aunque a la larga adquirió una carga de significado nacionalista mucho más densa, deviniendo el gran mito romántico serbio de la redención por la derrota, como sería el Once de Septiembre de 1714 o el Álamo por las norteamericanos"
Francisco Veiga.
El turco, diez siglos a
las puertas de Europa.
El problema étnico de Kosovo, muy evidente desde finales del siglo XIX, comenzó en realidad en la Baja Edad Media. Los serbios, que se instalaron en la región entre los siglos VI y VIII, constituyeron entonces la mayoría de su población y alternaron momentos de unidad y de enfrentamientos internos. En cambio, los albaneses, de procedencia posiblemente autóctona, eran menos numerosos, tenían una estructura social mucho más arcaica y fueron pasando de una dominación a otra: primero los romanos, luego los bizantinos y finalmente los turcos.
El 28 de junio de 1389, el zar serbio Lazar murió derrotado por el Imperio Otomano en la legendaria batalla de Kosovo Polje, uno de los eventos decisivos en la desaparición del reino medieval de Serbia, que no recuperaría su independencia hasta 1878. Desde entonces, Kosovo se convertiría en el gran mito fundacional del pueblo serbio, unido en la adversidad, el sacrificio y la sangre de aquel campo de batalla. La narración legendaria de aquel combate, de una generación a otra, fue uno de los principales elementos por los que la identidad serbia mantuvo su esencia durante cinco siglos, hasta recuperar su independencia en 1878. Kosovo es por tanto considerada la cuna de esa nación, encontrándose allí los templos más sagrados de la iglesia autocéfala serbia, incluyendo su sede, sita en Péc. Es difícil encontrar en la historia y la psique de ninguna otra nación europea un efecto similar al de Kosovo para los serbios. Kosovo los vincula con un pasado glorioso, heroico y trágico, suponiendo una inspiración permanente para recobrar la independencia en los tiempos de ocupación otomana, motivando al ejército durante las guerras balcánicas de 1912 - 1913 - la victoria de Kumanovo, decisiva en la primera de ellas, se libró bajo el grito de guerra ¡Por Kosovo! -, y sería la clave del resurgimiento nacionalista a finales de la década de 1980.
Y llegó la Barbarie.
Nacionalismo y juegos de poder
en la destrucción de Yugoslavia.
José Ángel Ruiz Jiménez.
Unos años antes, los
otomanos habían derrotado a serbios y búlgaros en la batalla de
Maritza (1371), poco después de haber conquistado la ciudad de
Adrianópolis (1369) a la que rebautizaron con el nombre de Edirne. Y
en 1389 el príncipe serbio Lazar Hrebeljanovic reunió un ejército
para tratar de frenar el avance turco hacia el Corazón de Europa,
contando con el apoyo del rey de Bosnia, Tvrtko I y algunos nobles
serbios.
El príncipe serbio,
antes de iniciar la marcha hacia las llanuras kosovares, lanzó una
proclama, que con los siglos se tornó maldición: "Cualquiera
que sea serbio de nacimiento y no venga a Kosovo a librar batallas
contra los turcos, no le dejéis tener descendencia masculina, ni
femenina; no le dejeis que recoja cosecha alguna".
La batalla tuvo lugar en
el Campo de los Mirlos, a unos 5 kilómetros de la actual Prístina,
y fue terrible. Ambos ejércitos lamentaron cuantiosas bajas, y a día
de hoy sigue siendo difícil otorgar la victoria a uno u otro bando,
pues en su época, se atribuyó la victoria a uno, a otro, e incluso
se consideró un empate.
"En 1389 la batalla
de Kosovo señala la colisión de una coalición cristiana contra los
otomanos. En ella combatieron codo con codo serbios, bosnios,
albaneses, valacos (rumanos) y otros puebos de los Balcanes. Ni un
solo albanés se encuentra entre las filas del campo turco; por el
contrario una parte del ejército serbio, a las órdenes de Marko
Kraljevic, traiciona a los balcánicos y se bate contra los suyos en
el bando de los otomanos.
A consecuencia de esa
batalla, lejos de verse frenada, la invasión otomana se fortalece.
Si los turcos llevan a cabo un repliegue provisional es debido a que
son atacados por la espalda por Tamerlán (1400). Pero en el siglo XV
reemprenden la ocupación de los Balcanes"
I. Kadare.
Diario de Kosovo.
Los Contingentes.
Murad I, acompañado de
sus dos hijos, encabezaba el ejército turco, en el que sobresalia su
cuerpo de élite, los jenízaros. Además de auxiliares procedentes
de todos los rincones del imperio, contingentes de griegos, búlgaros
y serbios, y algunos comandantes cristianos como Constantino Dragas y
el Rey Marco, que sumaban un total aproximado de entre 30.000 y
40.000 hombres.
El ejército cristiano
tenía en Lazar a su líder, que dirigía un cuerpo de ejército de
unos 15.000 serbios, junto con el también noble serbio Vuk Brankovic. Además el rey bosnio Tvrtko I envió a uno de sus mejores
comandantes, Vlatko Vukovic, señor del Ducado de Hum, con una fuerza
de entre 5000 y 10000 soldados. Además un contingente de caballeros
hospitalarios, poseídos por el inefable espíritu de cruzada,
formaban parte del ejército de Vukovic, reunidos en torno al
caballero croata Juan de Palisna, prior de Vrana. En total unos
15.000 - 30.000 efectivos.
Formaciones.
Murad I dirigía el
ejército turco desde el centro de la formación, con su hijo
Bayaceto en el flanco derecho, y su hijo Yakub en el izquierdo. El
centro de la vanguardia estaba ocupado por los jenízaros, y el
frente de las alas cubierto por los arqueros.
El príncipe Lazar
dominaba el centro serbio, con Brankovic a la derecha y Vlatko a la
izquierda. Al frente la caballería pesada y en los flancos los
arqueros a caballo. La infantería quedaba situada en la retaguardia.
Primeros movimientos.
El desarrollo de la
batalla no es sencillo de reconstruir, puesto que las narraciones
serbias y turcas son diferentes. Se piensa que la delantera la tomó
la caballería pesada serbia que cargó en forma de "V" y
fue recibida por una lluvia de flechas desde los flancos. Esta
primera acción consiguió desbaratar el flanco izquierdo turco
(Yakub) y obligó a replegarse al centro otomano. Pero Bayaceto,
comandando el flanco derecho, consiguió aguantar esta primera
embestida y preparara la reacción.
Contragolpe turco.
Bayaceto, apodado "el
rayo" a raíz de su rápida reacción en esta batalla, comandó
un demoledor contragolpe, obligando a retroceder a los serbios, y
provocnado una carnicería entre la infantería. Ante esta
circunstancia, el cuerpo de ejército de Vukovic tuvo que reforzar el
centro para compensar las pérdidas.
Traición.
En un momento crítico,
Vuk Brankovic, emprendió la retirada, seguido por sus tropas, y
dejando al resto de los serbios a merced de los turcos. Mucho se ha
especulado sobre los motivos de esta traición; ¿había pactado con
Murad traicionar a su señor a cambio de más tierras?, ¿o tal vez,
viendo la batalla perdida, decidió poner a salvo a sus hombres?.
Solo podemos imaginar las intenciones del caballero serbio.
Muertes.
Poco después de la
huida se produjo la captura de Lazar, que fue ejecutado, junto con
algunos de sus generales, en el mismo campo de batalla. En plena
confusión, el caballero bosnio Vlatko Vukovic, también pudo escapar
y poner su vida a salvo, y curiosamente, nadie le acusó de traición,
como si sucedió con Brankovic.
A pesar de la victoria,
Murad I, tiene el dudoso honor de haber sido el único sultán
otomano en morir en batalla. El brazo del caballero serbio Milos
Obilic, fue el ejecutor. Las fuentes turcas cuentan que fue al día
siguiente de la batalla, mientras el sultán paseaba tranquilamente
entre los despojos de ambos ejércitos. Sin embargo, las fuentes
cristianas se vanaglorian del acto heroico (y suicida) de Obilic, que
llegó al campamento otomano y fue capaz de acabar con la vida del
sultán, antes de caer abatido por la guardia personal del sultán.
Una vez muerto el
sultán, su hijo Bayaceto ordenó asesinar a su propio hermano, y en
medio del tumulto se proclamó nuevo sultán. Su mano férrea y
crueldad salvaron la situación y llevaron al ejército turco a la
victoria.
En realidad, la Batalla
de Kosovo, ni fue la primera que enfrentó a los turcos con los
pueblos balcánicos, ni fue tan decisiva, los serbios aguantaron casi
medio siglo más su independencia, y por supuesto no abrió
definitivamente los Balcanes, a la ocupación otomana, puesto que
tras Kosovo, aún debieron seguir combatiendo duramente en la región.
Aunque si es cierto, que el Corán comenzaba a ganar la partida a la
Biblia.
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