sábado, 3 de mayo de 2014

BATALLA DE KOSOVO



El 15 de Junio de 1389, festividad de San Vito, una fecha que siglos después, muchos, aun no han olvidado. Ese día, una coalición de príncipes balcánicos fueron derrotados por el sultán otomano Murad I, en la célebre Batalla de Kosovo.

Los líderes de ambos ejércitos, Lazar de Serbia y Murad I , perdieron la vida en la batalla. Siglos después la Batalla de Kosovo se convirtió en el hito fundacional del creciente nacionalismo serbio, que terminaría derivando en un nuevo conflicto armado, esta vez, contra los albaneses que residían en estas tierras. Más de seiscientos años después, las heridas abiertas en el Campo de los Mirlos, no han terminado de cerrar. 

"La batalla de Kosovo dio lugar a un largo poema épico que para los serbios cobró una importancia literaria similar a la Chanson de Roland para los franceses, aunque a la larga adquirió una carga de significado nacionalista mucho más densa, deviniendo el gran mito romántico serbio de la redención por la derrota, como sería el Once de Septiembre de 1714 o el Álamo por las norteamericanos"
Francisco Veiga.
El turco, diez siglos a
las puertas de Europa.

El problema étnico de Kosovo, muy evidente desde finales del siglo XIX, comenzó en realidad en la Baja Edad Media. Los serbios, que se instalaron en la región entre los siglos VI y VIII, constituyeron entonces la mayoría de su población y alternaron momentos de unidad y de enfrentamientos internos. En cambio, los albaneses, de procedencia posiblemente autóctona, eran menos numerosos, tenían una estructura social mucho más arcaica y fueron pasando de una dominación a otra: primero los romanos, luego los bizantinos y finalmente los turcos. 
 El 28 de junio de 1389, el zar serbio Lazar murió derrotado por el Imperio Otomano en la legendaria batalla de Kosovo Polje, uno de los eventos decisivos en la desaparición del reino medieval de Serbia, que no recuperaría su independencia hasta 1878. Desde entonces, Kosovo se convertiría en el gran mito fundacional del pueblo serbio, unido en la adversidad, el sacrificio y la sangre de aquel campo de batalla. La narración legendaria de aquel combate, de una generación a otra, fue uno de los principales elementos por los que la identidad serbia mantuvo su esencia durante cinco siglos, hasta recuperar su independencia en 1878. Kosovo es por tanto considerada la cuna de esa nación, encontrándose allí los templos más sagrados de la iglesia autocéfala serbia, incluyendo su sede, sita en Péc. Es difícil encontrar en la historia y la psique de ninguna otra nación europea un efecto similar al de Kosovo para los serbios. Kosovo los vincula con un pasado glorioso, heroico y trágico, suponiendo una inspiración permanente para recobrar la independencia en los tiempos de ocupación otomana, motivando al ejército durante las guerras balcánicas de 1912 - 1913 - la victoria de Kumanovo, decisiva en la primera de ellas, se libró bajo el grito de guerra ¡Por Kosovo! -, y sería la clave del resurgimiento nacionalista a finales de la década de 1980.
Y llegó la Barbarie. 
Nacionalismo y juegos de poder
en la destrucción de Yugoslavia.
José Ángel Ruiz Jiménez. 

Unos años antes, los otomanos habían derrotado a serbios y búlgaros en la batalla de Maritza (1371), poco después de haber conquistado la ciudad de Adrianópolis (1369) a la que rebautizaron con el nombre de Edirne. Y en 1389 el príncipe serbio Lazar Hrebeljanovic reunió un ejército para tratar de frenar el avance turco hacia el Corazón de Europa, contando con el apoyo del rey de Bosnia, Tvrtko I y algunos nobles serbios.

El príncipe serbio, antes de iniciar la marcha hacia las llanuras kosovares, lanzó una proclama, que con los siglos se tornó maldición: "Cualquiera que sea serbio de nacimiento y no venga a Kosovo a librar batallas contra los turcos, no le dejéis tener descendencia masculina, ni femenina; no le dejeis que recoja cosecha alguna".

La batalla tuvo lugar en el Campo de los Mirlos, a unos 5 kilómetros de la actual Prístina, y fue terrible. Ambos ejércitos lamentaron cuantiosas bajas, y a día de hoy sigue siendo difícil otorgar la victoria a uno u otro bando, pues en su época, se atribuyó la victoria a uno, a otro, e incluso se consideró un empate.

"En 1389 la batalla de Kosovo señala la colisión de una coalición cristiana contra los otomanos. En ella combatieron codo con codo serbios, bosnios, albaneses, valacos (rumanos) y otros puebos de los Balcanes. Ni un solo albanés se encuentra entre las filas del campo turco; por el contrario una parte del ejército serbio, a las órdenes de Marko Kraljevic, traiciona a los balcánicos y se bate contra los suyos en el bando de los otomanos.

A consecuencia de esa batalla, lejos de verse frenada, la invasión otomana se fortalece. Si los turcos llevan a cabo un repliegue provisional es debido a que son atacados por la espalda por Tamerlán (1400). Pero en el siglo XV reemprenden la ocupación de los Balcanes"
I. Kadare.
Diario de Kosovo.

Los Contingentes.
Murad I, acompañado de sus dos hijos, encabezaba el ejército turco, en el que sobresalia su cuerpo de élite, los jenízaros. Además de auxiliares procedentes de todos los rincones del imperio, contingentes de griegos, búlgaros y serbios, y algunos comandantes cristianos como Constantino Dragas y el Rey Marco, que sumaban un total aproximado de entre 30.000 y 40.000 hombres.


El ejército cristiano tenía en Lazar a su líder, que dirigía un cuerpo de ejército de unos 15.000 serbios, junto con el también noble serbio Vuk Brankovic. Además el rey bosnio Tvrtko I envió a uno de sus mejores comandantes, Vlatko Vukovic, señor del Ducado de Hum, con una fuerza de entre 5000 y 10000 soldados. Además un contingente de caballeros hospitalarios, poseídos por el inefable espíritu de cruzada, formaban parte del ejército de Vukovic, reunidos en torno al caballero croata Juan de Palisna, prior de Vrana. En total unos 15.000 - 30.000 efectivos.

Formaciones.
Murad I dirigía el ejército turco desde el centro de la formación, con su hijo Bayaceto en el flanco derecho, y su hijo Yakub en el izquierdo. El centro de la vanguardia estaba ocupado por los jenízaros, y el frente de las alas cubierto por los arqueros.

El príncipe Lazar dominaba el centro serbio, con Brankovic a la derecha y Vlatko a la izquierda. Al frente la caballería pesada y en los flancos los arqueros a caballo. La infantería quedaba situada en la retaguardia.

Primeros movimientos.
El desarrollo de la batalla no es sencillo de reconstruir, puesto que las narraciones serbias y turcas son diferentes. Se piensa que la delantera la tomó la caballería pesada serbia que cargó en forma de "V" y fue recibida por una lluvia de flechas desde los flancos. Esta primera acción consiguió desbaratar el flanco izquierdo turco (Yakub) y obligó a replegarse al centro otomano. Pero Bayaceto, comandando el flanco derecho, consiguió aguantar esta primera embestida y preparara la reacción.


Contragolpe turco.
Bayaceto, apodado "el rayo" a raíz de su rápida reacción en esta batalla, comandó un demoledor contragolpe, obligando a retroceder a los serbios, y provocnado una carnicería entre la infantería. Ante esta circunstancia, el cuerpo de ejército de Vukovic tuvo que reforzar el centro para compensar las pérdidas.

Traición.
En un momento crítico, Vuk Brankovic, emprendió la retirada, seguido por sus tropas, y dejando al resto de los serbios a merced de los turcos. Mucho se ha especulado sobre los motivos de esta traición; ¿había pactado con Murad traicionar a su señor a cambio de más tierras?, ¿o tal vez, viendo la batalla perdida, decidió poner a salvo a sus hombres?. Solo podemos imaginar las intenciones del caballero serbio.

Muertes.
Poco después de la huida se produjo la captura de Lazar, que fue ejecutado, junto con algunos de sus generales, en el mismo campo de batalla. En plena confusión, el caballero bosnio Vlatko Vukovic, también pudo escapar y poner su vida a salvo, y curiosamente, nadie le acusó de traición, como si sucedió con Brankovic.

A pesar de la victoria, Murad I, tiene el dudoso honor de haber sido el único sultán otomano en morir en batalla. El brazo del caballero serbio Milos Obilic, fue el ejecutor. Las fuentes turcas cuentan que fue al día siguiente de la batalla, mientras el sultán paseaba tranquilamente entre los despojos de ambos ejércitos. Sin embargo, las fuentes cristianas se vanaglorian del acto heroico (y suicida) de Obilic, que llegó al campamento otomano y fue capaz de acabar con la vida del sultán, antes de caer abatido por la guardia personal del sultán.

Una vez muerto el sultán, su hijo Bayaceto ordenó asesinar a su propio hermano, y en medio del tumulto se proclamó nuevo sultán. Su mano férrea y crueldad salvaron la situación y llevaron al ejército turco a la victoria.



En realidad, la Batalla de Kosovo, ni fue la primera que enfrentó a los turcos con los pueblos balcánicos, ni fue tan decisiva, los serbios aguantaron casi medio siglo más su independencia, y por supuesto no abrió definitivamente los Balcanes, a la ocupación otomana, puesto que tras Kosovo, aún debieron seguir combatiendo duramente en la región. Aunque si es cierto, que el Corán comenzaba a ganar la partida a la Biblia.  

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