miércoles, 27 de febrero de 2013

LOS CELTAS Y "SUS TIERRAS PROMETIDAS"



El escritor, y muchas otras cosas más, Fernando Sánchez Dragó, en su libro "Gárgoris y Habidis. Un historia mágica de España", imagina a las tribus celtas protagonizando una peregrinación ritual, un éxodo análogo al del pueblo hebreo, donde los druidas interpretarían el papel de Abraham, Moisés y los otros patriarcas,  en busca de sus tierras prometidas,  a saber; Galicia, Bretaña e Irlanda. 

"Los druidas al frente de su pueblo, irrumpen en la Península hacia el año 1000, pero no pasan de Cataluña: son los primeros celtas, los que incineraban a sus cadáveres y ponían a las ciudades nombres terminados en dunum. Dos siglos más tarde, otras vanguardias de los mismos nómadas (que evidentemente buscaban algo) llegan al Ebro, atraviesan el llano del Urbión, dejan atrás Madrid y Ávila, y rinden viaje en el norte de Portugal: muy cerca de la meta. Son hormigas exploradoras que preceden en poco más de cien años a la gran oleada, la del siglo VI, que sin detenerse, siguiendo un itinerario muy preciso, llega a Galicia y allí cambia sus costumbres andariegas por el pastoreo sedentario. 

Ruda, interminable odisea, en cuyo término sólo una parte de los expedicionarios alcanza el punto de promision.

También sabemos que Galicia no era la única meta del viaje. Había otras dos: Irlanda y Bretaña. Todo hace suponer que los emigrantes se encaminaban hacia una tierra de promisión desconocida, pero de la que alguien - los maestros - o algo - ciencia infusa, verdad revelada, tradición - les había hablado. Como a Moisés y los hebreos. Comparación nada ociosa, porque los celtas acometieron una empresa muy parecida al Éxodo: tribus de pastores trashumantes, conducidas por hombres de superiores entendederas (los druidas), se ponen en marcha hacia un destino ignorado del que les separan setenta veces siete generaciones. Y tantean, y se descaminan y se dejan distraer por aventuras como el saco de Roma, y retroceden, y destacan ojeadores, y purgan sus yerros, y transmiten una consigna de padres a hijos, y por fin se establecen para siempre jamás en tres lugares de análogas características: finisterres atlánticos de costas recortadas, umbrales del país de los muertos salpicados de dólmenes, bibliotecas de piedra con jeroglíficos escritos a cincel en todas las veredas".
Sánchez Dragó 

¿Patraña? ¿Realidad? ¿Elucubración? ¿Posibilidad histórica?, quizás nunca lo sepamos, pero de lo que no cabe duda alguna, es de lo sugerente que resulta la narración de Dragó. . . así que cada cual dejé volar su imaginación, y póngase en el lugar de alguno de esos celtas que tras décadas de camino situó su hogar en el Finisterrae . . . 

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