sábado, 18 de enero de 2020

EGIPTO: UNA CIVILIZACIÓN HIDRÁULICA.



El Nilo, único río importante del mundo que corre de sur a norte, fue, durante la Antigüedad, un misterio y casi un milagro, pues no se comprendía que tuviese regularmente una crecida en el mes de julio, en la época de más calor y en plena estación cálida, crecida que tiene por origen las aguas del monzón caídas en Abisinia durante los meses de mayo y junio. De hecho, el gran río Nilo tiene dos fuentes: el Nilo Blanco, que nace en el lago Victoria, el mayor de África, con 68.000 kilómetros cuadrados, que se encuentra entre Uganda, Kenia y Tanzania; y el Nilo Azul, que tiene su origen en Etiopía, uniéndose ambas ramas en Jartum (Sudán). 
 
En la Antigüedad fue posible la agricultura en gran parte del valle del Nilo y en extensos territorios del delta, exceptuando determinadas tierras pantanosas. Así, la frase tan repetida de Heródoto de Halicarnaso (480 – 425 a.C.) en su obra titulada Historias, “El Egipto que los griegos visitan con sus barcos es un país regalado, un don del Nilo”, lejos de ser un tópico, es una realidad tanto histórica como geográfica, puesto que sin las aguas del río – sin sus crecidas e inundaciones periódicas -, no hubiesen sido posibles las tres cosechas anuales que se recogían en un país muy extenso, con una superficie superior al millón de kilómetros cuadrados, desérticos en su mayor parte.

Las aguas subían con la crecida unos siete metros e inundaban el país muchos kilómetros orilla adentro. En los años favorables, el río crecía bastante y las cosechas eran abundantes, pero en los años de escasa crecida, la inundación cubría una superficie más pequeña, reduciéndose entonces las tierras cultivables y con ello las cosechas, como consecuencia, se producía una carestía de los alimentos y el hambre de la población.

El valle y el delta del Nilo ocupan un área de unos cuarenta mi kilómetros cuadrados. Sin el agua del río, como sucede en todas las civilizaciones hidráulicas, sería impensable la civilización egipcia, que está condicionada por la colaboración entre el hombre y el Nilo, por el trabajo de los hombres y mujeres egipcios, que mantenían con cuidado incesante los canales. Por eso, desde fecha temprana, el río recibió culto, designándosele con el nombre de Hapy. Esta divinidad, representada a menudo con forma andrógina, con cuerpo de hombre y pechos de mujer, con corona de plantas acuáticas y el delantal de los barqueros del Nilo, era la portadora de la vida. Más aún, era condición indispensable para la vida misma, su símbolo mismo, y los egipcios lo consideraban el dios padre de todos los demás. 
 
Las aguas del río fecundaban los campos con el limo, apagaban la sed de las personas y los animales, y permitían los viajes, la comunicación y el transporte: “Quien ha bebido el agua del Nilo no se saciará con ninguna otra”, se decía a lo largo y a lo ancho del valle del gran río. Era la principal vía de comunicación de Egipto. El viento dominante soplaba de norte a sur, por lo que los barcos podían navegar con la corriente a favor de remontar un río.
Ana María Vázquez.
Antiguo Egipto.

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