Como dice
un viejo refrán “a rey muerto, rey puesto” y al bueno de Alfonso
I, sucedió su hijo Fruela. De esta manera se consolidaba la casa de
Cantabria en el trono de Asturias. La tradición tiene a este rey
Fruela como fundador de Ovieto, la vetusta Oviedo de Clarón, aunque
con toda probabilidad, Fruela mantuvo su capital en Cangas de Onís.
Fruela el
Cruel o el Hombre de Hierro, tuvo que hacer frente a una rebelión
de los vacones, dirigiendo personalmente sus huestes. Esta expedición
le iba a cambiar la vida pero en otro sentido. En tierras alavesas
conoció a una joven llamada Munio. La llegó consigo de regreso a
Asturias, se casó con ella y tuvo un hijo al que bautizó Alfonso,
en honor al abuelo Alfonso I.
En Galicia
el monarca asturiano derrotó a las huestes de Abd-al-Rahmán, dando
muerte al caudillo árabe que las dirigía. Más al sur, en los
territorios dominados por un Islam que tendía a la fragmentación,
el omeya Abd-al-Rahmán I se convirtió en emir y declaró (de forma
unilateral) su independencia del Califato abbasí de Bagdad.
En un
medida impopular, aunque llamada a triunfar en el futuro, prohibió
el casamiento de los hombres de la iglesia. Tan inflexible resultó
esta medida que obligó a los que ya estaban casados a abandonar a
sus cónyuges.
Viendo que
su hermano Vimarano iba ganando apoyos entre, la siempre
incontrolable, aristocracia lo asesinó con sus propias manos. Y en
virtud de la atávica ley del Talión, aplicada inexorablemente, el
rey Favila fue asesinado por los suyos en Cangas de Onís.
A Fruela I
le sucedieron en el trono una serie de reyes débiles manejados como
simples marionetas por el emir cordobés, conocidos popularmente como
Reyes Holgazanes; Aurelio, Silo y Mauregato.
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