miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA LARGA MARCHA HASTA LA CIVILIZACIÓN.





Orientarse a través del espacio familiar del Mediterráneo exige poco esfuerzo. Si cerramos los ojos, se agolpan los recuerdos: estamos en Venecia, en Provenza, en Sicilia, en Malta, en Estambul. Orientarse a través de la totalidad del tiempo vivido por este mismo Mediterráneo representa una dificultad bien distinta. En busca del tiempo perdido, hay que desenredar a contrapelo un hilo interminable que, a medida que nos lleva hacia el pasado remoto, se hace cada vez más inasible.

¿Debemos interrumpir nuestro viaje en el umbral del tercer milenio? En ese momento acaban de aparecer, en Oriente Próximo, las primeras civilizaciones, ya densas, con sus campos, sus animales domésticos, sus aldeas agrupadas, sus ciudades, sus dioses, sus príncipes, sus sacerdotes, sus escribas, sus barcos, su comercio... Nos encontraríamos sin sorpresa con civilizaciones clásicas, que siguen marcando, aún en nuestros días, el comienzo de cualquier educación histórica. En Egipto, en Mesopotamia, casi estamos en casa, pero ¿no será una ilusión reconocerles el valor de punto de partida?

Sin duda se trata de un giro radical. La gran cesura no está entre antes y después de la caída de Roma, como pensaban los historiadores ilustres del pasado, Fustel de Coulanges, Ferdinand Lot, Henri Pirenne, sino antes y después de la agricultura y la escritura. Ésta es la gran línea que abre en dos las aguas del mundo: «Prehistoria» por un lado, «historia» por el otro, en el sentido tradicional y demasiado estrecho del término. Sí, pero, al contrario de lo que se pensaba antes, agricultura e historia están lejos de aparecer en el mismo momento.

Sabemos desde los últimos descubrimientos arqueológicos que la primera agricultura, la primera domesticación de animales salvajes, la primera toma de conciencia del hombre frente a su destino, los primeros artesanos de la cerámica y del cobre, las primeras ciudades, los primeros intercambios marítimos no empiezan ni en Sumer, ni con Menes Narmer, el legendario primer faraón de Egipto, sino dos, tres o cuatro milenios antes, en Asia Menor, en Palestina, en Irak. ¿Nos seguiremos atreviendo a decir La historia comienza en Sumer, título de un libro, hermoso por otra parte, publicado en 1958? Sumer no surgió de la nada. Y como empezamos a saber un poco mejor lo que ocurrió siglos y milenios antes de Sumer, el deseo de echar un vistazo se vuelve imperioso.
Braudel, 
"Memorias del Mediterráneo"

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