Según el Materialismo
Dialéctico, a una tesis, el Castillo (aunque también podemos citar
a la abadía o al monasterio) se le opone una antítesis, la aldea.
De su confrontación surge una síntesis; la ciudad medieval. Los
labriegos y pastores (todos los campesinos en general) se contraponen
a los señores (laicos o eclesiásticos, caballeros y abades),
privilegiados y no privilegiados, señores y vasallos, y de esa lucha
de clases surge con fuerza un nuevo segmento social, la burguesía.
Una burguesía que no parará de crecer hasta el siglo XIX, cuando el
capitalismo derrote definitivamente al feudalismo, y estos burgueses
remuevan los cimientos de la sociedad tradicional y se erijan en el
grupo dominante. La guerra, la oración y la agricultura son
complementadas por la artesanía, y superadas claramente por el
comercio a gran escala. Poco a poco los pequeños burgos fortificados
fueron creciendo y haciéndose más complejos, transformándose,
además, en los centros de la actividad comercial, religiosa, y con
el tiempo, política. Los monarcas, enfrentados secularmente con los
grandes terratenientes, colmaron de privilegios a estas pujantes
aglomeraciones urbanas. Los gremios van suplantando a las legendarias
órdenas de caballería, las ferias atraen a más gente que las
justas, el dinero es más valioso que las hostias, y la riqueza
material va ganando la batalla a la esfera espiritual. Los canteros y
albañiles (futuros masones) elevan a los cielos, para gloria de los
ciudadanos y no de Dios, las maravillosas catedrales góticas,
convertidas en álbum pétreo de recuerdos y un símbolo visible de
una época.
Alguna lo habeis sentido
Hace 4 horas
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