Balcones voladizos de madera se asoman sobre la hoz del río Huécar, donde centenarias casas cuelgan, desde al menos, el siglo XV, pintando la más hermosa postal de la ciudad de Cuenca, una población que duerme encaramada en un cerro.
En palabras de Pío Baroja "Cuenca es un nido de águilas hecho sobre una roca, con algo de castillo, de convento y de santuario".
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