El río Duero discurre con parsimonia por la Vega de Toro, escenario, el 1 de marzo de 1476, de una decisiva batalla entre Juana la Beltraneja y su tía, la princesa Isabel. En juego, la Corona de Castilla. El ejército de Isabel, hemana del difunto rey Enrique IV de Castilla, aplasta a las huestes de Juana, supuesta hija bastarda de éste. Las voces chismosas y malintencionadas, otorgan la paternidad de Juana a Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV.
La victoria en el campo de batalla, aseguró a Isabel la Corona de Castilla y le dejó el camino despejado para la unión dinástica con Aragón
Las flechas atraviesan corazas y alcanzan el punto vital en medio del pecho, los lanceros pierden pie y la caballería pesada deshace las valientes líneas de infantería, las espadas se abren paso a base de mandobles. El viento trae, esta tarde, olor a sangre, los cuervos y buitres se alimentan de batallones muertos por un honorable motivo, la gloria de una victoria, los ecos de la historia; una corona de oro que pasará de una cabeza a otra.
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