Caminando entre Viana y Logroño, por caminos rurales y humedales, viviendo la vida con plenitud, haciendo eso para lo que estamos biológicamente diseñados, caminar.
La Virgen de la Cueva goza de gran devoción en la cercana Viana y Las Cañas es un humedal de gran importancia para las migraciones. En esa ocasión no pudimos acercarnos a sus aguas.
En la explanada que se abre ante la Ermita (donde supongo que se celebrará una multitudinaria romería) nos encontramos con un maravilloso mural dedicado a diferentes temas jacobeos, interpretados de una manera original y divertida: el Apóstol a caballo, la ermita de Eunate, el Puente de la Reina, la silueta de Viana, las ocas, los romeros, los músicos . . .
Este embalse de las Cañas es el resultado de una serie de recrecimientos, a base de diques, desarrollados sobre una antigua balsa natural. El régimen de lluvias y el tradicional uso intensivo del agua para el riego, ha contribuido a la naturalización de este espacio, mediante la formación de distintas masas vegetales en los alrededores.
A pesar de no ver la laguna de cerca, hemos podido encontrar pájaros en nuestro caminar: golondrinas, jilgueros, carboneros, abejarucos, la eterna rapaz en los cielos. Solamente es necesario pararse y mirar a nuestro alrededor.
Al igual que pasa en otras regiones húmedas del país, como las famosas Tablas de Daimiel, también parece existir cierta relación de la brujería con esta laguna de las Cañas. Viana y alrededores fueron una zona de actividad brujeril. Se cuenta que durante el siglo XVI (finalizada la Edad Media y comenzada la edad de la razón, el Renacimiento) brujos y brujas de toda la comarca acudían a estas tierras húmedas para celebrar sus akellares. No faltaban por supuesto, el famoso brujo de Bargota y la reina del akelarre, una muchacha ciega de Viana apodada Endregoto.
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