Rock, violines y los canales de Venecia. Rituales demoníacos y fuerzas del mal desatadas satanismo, máscaras y notas musicales, una nave industrial en ruinas y una mansión maldita, atmósfera gótica y ochentera, muchachas bonitas y sangre. Algo en los escenarios recuerda a las clásicas películas de la Hammer (pero con todo el encanto y cutrez de la Serie B).
La terrorífica inocencia de una niña pequeña de cabellos rubios y su violín, es la máscara perfecta que utiliza el terror para entrar en nuestras vidas.
Luigi Cozzi, autor de maravillas como Star Crash choque de Galaxias, pergeña esta extraña película, que no llega a ser un giallo, y tiene algo de satánica y maldita. Rock ochentero y violines del romanticismo, estrambótica y delirante. Rodada a base de artesanía y oficio. Surrealismo gótico ochentero que va marcando el final de la década (tan recordada por los nostálgicos de hoy).
Una partitura desconocida de Nicolo Paganini, compuesta para algún oscuro ritual de una sociedad secreta que se reunía en algún recóndito caserón en una isla poco frecuentada de la Laguna veneciana. El virtuoso violinista habría vendido su alma al diablo a cambio de fama y riqueza (como tantos otros han pretendido a lo largo de la historia).
Kate (Jasmine Maimone), una rockera que no termina de triunfar en el mundo de la música pretende utilizar la partitura y grabar un video musical capaz de superar al Thriller de Michael Jackson. El experimentado director Mark Singer, el maestro del terror, obraría el milagro.
Mark Picket (el inolvidable Donald Pleasence) vende la partitura desconocida y olvidada, y desata una orgía de sangre. (Campanile y dinero volando)
La Casa del Sol (llamada así no por el astro, sino por la nota musical), una vieja mansión solitaria y triste, antiguo hogar de músicos, compositores y artistas malditos. Su propietaria es la extraña y perturbadora Sylvia Hackett (Daría Nicolidi). Pero ¿qué ocurrió aquí para que este lugar se transformarse en la morada del mal?. Un siniestro portal que parece conducir al Averno.
La música del más allá, los fantasmas bailan al son que marca el violín.
Alex de la Iglesia debía verla en algún momento de su adolescencia, y terminó transformando a Paganini en el Rigoletto de Veneciafrenia.
Máscaras, violines, cuchillos y sangre, muchachas jóvenes y atractivas que pretenden abrirse camino en el mundo del espectáculo, carne de cañón para un asesino sediento de sangre.
Muerta que vuelve a la vida, como una vampira (Luana Ravegnini), para seducir a los incautos, y convertirlos en nuevas víctimas. Todos serán condenados y castigados en un auténtico infierno privado.
En definitiva un cocktel bizarro de satanismo, metafísica (Armonía de las Esferas) y rock, sangre, violines y un escenario onírico, la decadente ciudad de Venecia. Lo mejor, sin duda, la música.
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