Por cima de la peña donde se
cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela, tan hermosa que
pasaba a su fama su hermosura. Los que hasta entonces no la habían
visto la miraban con admiración y silencio, y los que ya estaban
acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca
la habían visto.
Hízome el cielo, según
vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a
otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que
me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a
amaros.Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado,
que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser
amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le
ama.
Y, así como la víbora no
merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella
mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser
reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es
como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él quema ni
ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son
adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de
parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al
cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder
la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de
aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias
procura que la pierda?.
Yo nací libre, y para poder
vivir libre escogí la soledad de los campos.
Los árboles destas montañas
son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas
comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada
puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con
las palabras.
La pastora Marcela es uno de los
personajes femeninos más interesantes de cuantos habitan en las
páginas del Quijote. Una mujer humilde que quiere ser dueña
absoluta de sí misma y de su destino, que se niega a someterse a los
convencionalismos sociales, rehúsa unirse a un hombre por que sí,
decide mantenerse soltera y virgen, y vivir en los campos y el monte.
Su aparición ante los hombres, en el mismo lugar donde Grisóstomo
(aquel zagal que vivió enamorado de ella) yace muerto, contiene
cierto aspecto fantasmal, una puesta en escena sobrenatural.
Marcela ha sido (y sigue siendo)
un personajes que ha dado pie a múltiples interpretaciones, la
mayoría de ellas complementarias, que han contribuido a enriquecer
su personalidad. La hermosa pastora es un símbolo de la libertad
absoluta (sin matices ni cortapisas), una personificación de la
Diana cazadora (la Artemisa griega) que vaga por los montes de la
Arcadia, totalmente liberada del yugo de las tareas domésticas que
maniataban a las mujeres de su época, un ejemplo de humildad, capaz
de reconocer tanto su belleza física, como que esta es un don
efímero carente de auténtico valor, y posiblemente sin pretenderlo,
un modelo para el feminismo que estaba por venir.
La bella e inteligante zagala nos
ofrece, para terminar una lección para la vida; no podemos obligar a
nadie que nos ame. Cuanto nos queda por aprender.
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