En una esquina de San Marcos, alejada de la mayoría de las miradas, se encuentra este grupo escultórico, que se piensa representa a los cuatro tetrarcas, que estrechan lazos entre ellos. Diocleciano implantó este sistema el año 285 y dotó al Bajo Imperio Romano de cierta estabilidad. Dividió el imperio en cuatro zonas de influencia, con la existencia de dos Augustos, Maximiniano y el mismo Diocleciano y dos césares Galerio y Constancio Cloro.
Diocleciano era Augusto de Oriente, controlando Asia Menor, Oriente y Egipto, desde su capital en Nicomedia o Spoleto. Su césar Galerio gobernaba desde Sirmiun o Tesalónica, el Danubio y Grecia. El Augusto de Occidente era Maximino que gobernaba desde Mediolanum, las provincias de Hispania, Italia y África. Su césar Constancio Cloro se ocupaba de Britania y la Galia desde su capital en Tréveris.
Los augustos delegaron en sus césares en el 305, pero estalló la anarquía, que terminaría con una reunificación de la mano de Constantino el Grande. La escultura en cuestión, labarada en porfirio, se trasladó a Venecia en el siglo XIII, tras el saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada. Se piensa, atendiendo a criterios estéticos, que las manos de un escultor egipcio del siglo III d.C, fueron las que dieron forma a este conjunto de estadistas, que unen fuerzas, en pos de un objetivo común: restaurar el orden en el Imperio Romano tras una convulsa centuria.
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